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jueves, 21 de mayo de 2020

Fútbol, violencia y bandas criminales en "Puerta 7", una serie de Netflix

FUTBOL, VIOLENCIA Y BANDAS CRIMINALES EN "PUERTA 7", UNA SERIE DE NETFLIX


Tomado de Agencia Pacourondo.
Por Diego Moneta.

El 21 de febrero desembarcó en Netflix la nueva producción de Polka, Puerta 7. Busca meterse en el mundo de las barras bravas argentinas. Fue creada por Martín Zimmerman y la dirección está a cargo de Israel Adrián Caetano. El primero es conocido en la plataforma por su trabajo como productor y guionista de Ozark y como co-guionista de Narcos. Caetano, por su parte, se destaca recientemente por ser el creador, junto a Sebastián Ortega, de El Marginal y, también, de Apache. 

El guión de la serie estuvo a cargo del mismo Zimmerman y de Patricio Vega. Parte de la narración está basada en la experiencia de Florencia Arietto como jefa de seguridad del Club Atlético Independiente e intenta mostrar qué sucede cuando una mujer se sumerge en el fútbol con “la intención de combatir a las barras”. Arietto estuvo entre 2011 y 2013 en el club, pasó a las filas del Frente Renovador y luego fue asesora del ministerio a cargo de Patricia Bullrich. Aclaró por redes sociales que había participado del guion y que existen detalles autobiográficos.

De esta manera, Puerta 7 relata cómo Diana (Dolores Fonzi) intenta eliminar la corrupción de Ferroviarios F.C. para redimir el nombre de su familia y, además, aborda la infiltración de “Marito” (Ignacio Quesada) en la barra, con la intención de salvar a su familia de la pobreza, así como otras aristas que surgen durante la narración.

La temporada comienza con el intento de asesinato contra Héctor "Lomito" Baldini (Carlos Belloso), líder de la barra brava del club, en pleno partido y en su propio sector de la tribuna. Fabián (Esteban Lamothe), su mano derecha, se ocupará de averiguar quién fue y por qué motivo. Debido al hecho, Diana es convocada por el presidente para ser jefa de seguridad, por lo que va a dedicarle menos tiempo a una ONG en la que ayuda a pibes y pibas del barrio.

La serie tiene su mérito, sus aciertos y sus errores. No es una temática muy representada en la industria del entretenimiento. El sello del creador y el director se reconocen rápidamente si tenemos en cuenta otras de sus producciones. En principio, es una apuesta audaz. Puede salir bien, mal o quedarse en el camino.

Por el lado positivo, el entramado sociocultural que implica una barra brava dentro de un barrio está bien representado. Se muestran los negocios que manejan y la conexión-influencia permanente con el club. El líder de la barra es manager de uno de los jugadores, visita cuando quiere al plantel y es una figura dentro de la comunidad educativa del colegio de su hija.

A nivel dirigencia, el presidente de Ferroviarios (Antonio Grimau) es quien busca confrontar a la barra y para eso convoca a Diana; decisión que no le cae bien al tesorero (Juan Gil Navarro), personaje central en las conexiones con barras, e incluso con narcotraficantes. Por momentos, la serie representa la rivalidad barras-narcos como un enfrentamiento en el que los primeros son los buenos por no querer que la droga entre al barrio.

Una falla de la producción es no representar con más claridad lo que el sociólogo Pablo Alabarces define como la “cultura del aguante”. En el fútbol, la “cultura de la violencia” se reproduce y aumenta en función del prestigio y respeto que ganan sus participantes a través de acciones justamente violentas. Ciertos funcionarios, políticos o sindicalistas que condenan a “los violentos” son los mismos que luego los contratan para tareas de seguridad. El apoyo silencioso convierte al fenómeno en un círculo virtuoso, sumándose al respaldo contextual que le dan los llamados “hinchas genuinos” y otros actores sociales. Una moral legítima dentro del fútbol.

La “cultura del aguante” no es específica de los sectores populares, y surge al convertirse en “oportunidad” ante un Estado debilitado que no llega a todos los sectores. Las hinchadas legitiman sus propios valores, estimando el coraje en enfrentamientos físicos, y la convierten en una forma de interactuar socialmente.

Cuando ocurre algún hecho que involucra barras bravas, el periodismo deportivo las cataloga como “violentos” o “falsos hinchas”. Por el contrario, son hinchas avalados por esa “cultura del aguante”, ni más ni menos. La serie podría haber ahondado más en la representación de personajes como “Lomito” o Fabián en este aspecto y en cómo el resto de la hinchada también los avala.

Atado a lo anterior, cuando se los presenta de esa manera, lo que se hace es excluir culpables. La principal falla de la serie es la (no) representación del Estado. Apenas se insinúa que “Lomito” conoce a todos los policías del barrio o el papel de la justicia en las causas que rodean a los barras. Nunca se menciona, por ejemplo, que si la barra maneja el negocio de los puestos de comida en un espacio público es responsabilidad estatal. Así como tampoco están representadas las conexiones políticas con sus partícipes en los distintos niveles.

También, con la excusa de no querer caer en estereotipos, se excluye la relación de las barras bravas con el área sindical. Llama la atención, teniendo en cuenta la historia de Arietto en Independiente y su arremetida contra Hugo Moyano. La serie apela tímidamente a nombrar al club de la serie de una manera muy similar a Camioneros, sin profundizar en la relación entre la barra brava y el sindicalismo.

Todavía no se sabe si habrá segunda temporada de Puerta 7, donde las fallas mencionadas podrían ser reformuladas. Para ello, deberían enfocarse aún más en la experiencia de Arietto. Después de renunciar por discrepancias con el presidente de Independiente, Arietto, de paso previo por el kirchnerismo, reapareció en la escena política bajo el ala de Sergio Massa y llegó al gobierno de Cambiemos a partir de la Coalición Cívica. Podría ser un nuevo puntapié para aprovechar, entre otros cabos sueltos que dejó la primera temporada.

martes, 15 de junio de 2010

Crimen y futbol: El asesinato de Andrés Escobar por un autogol en el Mundial de EEUU

CRIMEN Y FUTBOL: EL ASESINATO DE ANDRÉS ESCOBAR POR UN AUTOGOL EN EL MUNDIAL DE EEUU



Por Daniel Coronell / Tomado de: Semana.com

Andrés Escobar tenía 27 años cuando lo mataron. La madrugada de ese sábado, julio 2 de 1994, Humberto Muñoz Castro desocupó el tambor de un 38 largo sobre la espalda del futbolista. Sucedió en el parqueadero de una discoteca de Medellín donde Andrés había ido a conversar con unos amigos y a tratar de olvidar el autogol que, 10 días antes, había marcado en el Mundial de Estados Unidos.

Muñoz Castro, el hombre que disparó, era un escolta que nunca había cruzado una palabra con el jugador, pero sus jefes sí.

Minutos antes del crimen, Pedro David y Santiago Gallón Henao -los patrones del asesino- estaban insultando a Escobar. "Autogol, autogol, gracias por el autogol", le gritaban en medio de burlas y groserías. Andrés, conocido por su caballerosidad, trató de explicar que había sido un error, que el fútbol es sólo un juego, que lo lamentaba. Como las ofensas no paraban, los mandó al carajo y les volteó la espalda. Entonces, Santiago Gallón Henao salió presuroso hacia su camioneta. Mientras tanto, Andrés fue a buscar su carro para irse.

Varios testigos vieron cómo lo acribillaron en el parqueadero.

Con toda tranquilidad, Muñoz Castro y los hermanos Gallón Henao abordaron la camioneta y se fueron. Para confundir a los testigos, Muñoz Castro se afeitó el bigote. Y fue a denunciar el robo del carro, después de llevar a sus patrones a un lugar seguro.

Cuando los testigos lo identificaron, Muñoz Castro confesó que disparó contra Escobar sin conocerlo. La lujosa camioneta apareció abandonada. En cambio, la matrícula y los documentos que, de acuerdo con la denuncia, también habían sido robados, fueron encontrados en la casa de Santiago Gallón Henao.

A pesar de estas evidencias públicas, los Gallón Henao apenas estuvieron unos días detenidos. Salieron después de pagar una multa de un millón y medio de pesos. Mucho menos de lo que vale la pajilla seminal de uno de sus caballos de paso fino, para hablar sólo de una de sus líneas de negocios. Les ayudó mucho que su empleado, Humberto Muñoz Castro, se echara la culpa de todo.

Y la verdad es que a Muñoz tampoco le fue tan mal. Aunque fue condenado a 43 años de prisión, nunca le faltó nada en la cárcel y salió muy rápido. Está en la calle desde hace dos años, después de cumplir escasamente la cuarta parte de la pena. Las autoridades tuvieron problemas a la hora de notificarle la orden de libertad, porque Muñoz no estaba en la cárcel. Gozaba de un permiso de tres días.

Esta semana he recordado esta injusticia, este retrato de la impunidad, por una razón simple: los tristemente célebres hermanos Gallón Henao volvieron a saltar a la palestra. Hay constancia de que han hecho negocios con los hermanos Uribe Vélez.

El mayordomo de la famosa Hacienda Guacharacas le contó al diario El Colombiano que los nuevos amos de esas tierras son los hermanos Pedro y Santiago Gallón Henao. En la oficina de registro de Yolombó consta que en julio de 1996 -dos años después del asesinato de Andrés Escobar- la empresa Uribe Vélez Asociados vendió parte de la Hacienda Guacharacas a Ganados del Norte, cuyo representante legal es Pedro David Gallón Henao.

Lo más sorprendente es que a pesar de esta venta, y contrario a lo que afirmó el Presidente de la República, los Uribe Vélez siguen vinculados a Guacharacas.

La hacienda donde, según testigos, han operado grupos paramilitares, sólo fue vendida parcialmente. Los hermanos Gallón Henao compraron los predios que están a la izquierda del río Nus. Las tierras que están sobre la ribera derecha siguen perteneciendo a Inversiones Uribe Vélez y Compañía, Sociedad en Comandita. De eso da fe la matrícula inmobiliaria expedida por la oficina de registro de San Roque, el jueves pasado, 26 de abril, a las 5 de la tarde.

Las preguntas son dos: Primero, ¿por qué el Presidente dice que él y su familia se desvincularon de Guacharacas, si legalmente siguen siendo los dueños de una parte de la hacienda? Y segundo, ¿por qué los hermanos Uribe Vélez hicieron negocios con los Gallón Henao en 1996, si su reputación era conocida desde 1994?

sábado, 12 de junio de 2010

Por un autogol en el Mundial de EEUU, un jugador colombiano fue asesinado

POR UN AUTOGOL EN EL MUNDIAL DE EEUU, UN JUGADOR COLOMBIANO FUE ASESINADO


Tomado de "Deportes Orange"

El asesinato del jugador colombiano Andrés Escobar, ocurrido el 2 de julio de 1994 en la ciudad de Medellín, supuso el fin del fútbol de Colombia, dijo hoy el escritor Ricardo Silva Romero en una entrevista con Efe con motivo de la presentación de su novela 'Autogol', referida a ese hecho.

Escobar, quien militó en el Atlético Nacional de su país y el Young Boys suizo, fue asesinado hace 15 años tras regresar a Medellín procedente de Estados Unidos, donde cometió un autogol en el partido que la selección colombiana perdió (1-2) ante la anfitriona del Mundial de 1994.

A raíz de esa derrota, el conjunto de Colombia, que había llegado a Estados Unidos'94 como uno de los favoritos para disputar la final, quedó eliminado en la primera ronda del certamen mundialista.

'No ha habido una selección que funcione como esa. Había razones para creer que se podía aspirar a ser campeona porque jugaba muy bien, pero después del asesinato no hubo manera', dijo Silva al referirse al equipo 'cafetero' del que formaban parte Escobar, Carlos Valderrama, Faustino Asprilla, Freddy Rincón y otras figuras.

El conjunto colombiano que asistió al Mundial de 1994 fue dirigido por Francisco 'Pacho' Maturana, quien contaba con la asistencia técnica de Hernán Darío 'Bolillo' Gómez.

La novela 'Autogol' cuenta la historia de la muerte del ex jugador del Atlético Nacional de Medellín a través de la vida de Pepe Calderón, un periodista deportivo que, tras el gol en propia meta del defensor colombiano en el Mundial de 1994, pierde la voz y decide tomar venganza.

Sin embargo, más allá de la ficción, el libro muestra la realidad colombiana de aquella época, la violencia latente, el poder de las mafias del narcotráfico y la intolerancia, problemas que siguen presentes, 15 años después de la muerte de Escobar.

'Han sido 15 años de no tocar fondo, de caer y caer en todos los sentidos de la sociedad colombiana, desde el fútbol hasta la política', sentenció el colombiano Silva.

El escritor bogotano, autor de otras obras como 'En orden de estatura' y 'El hombre de los mil nombres', afirma que el mayor problema que vive Colombia es la falta de políticas estatales de educación.

'Tenemos una sociedad que sabe leer, pero de forma literal, sin captar el humor o la ironía, y por consiguiente no puede responder a la realidad ni críticamente, ni con interpretación, ni con acciones', dijo Silva.

Añadió que 'Colombia pasa las páginas sin haberlas leído, sin revisarlas, sin criticarlas y sin interpretarlas'.

Escobar, nacido el 13 de marzo de 1967 en Medellín, fue asesinado a balazos el 2 de julio de 1994 cuando salía de un local de diversiones ubicado en las afueras de esa ciudad del noroeste de Colombia.

El colombiano Humberto Muñoz Castro, acusados por las autoridades de cometer el crimen, fue condenado inicialmente a 43 años de prisión, aunque recuperó la libertad en 2005.

La muerte de Escobar conmovió a Colombia y al mundo del fútbol.

El equipo colombiano asistió al Mundial de Francia'98, pero fracasó en su intento por clasificarse a los de Corea del Sur y Japón 2002 y Alemania 2006.