domingo, 24 de mayo de 2020

Alemanes pagan 19 euros para salir como cartones en juego de Bundesliga

AFICIONADOS PAGAN 19 EUROS PARA SALIR COMO CARTONES EN JUEGO DE BUNDESLIGA


Tomado de Muy Interesante.-

Aficionados de cartón, una nueva manera de estar “presentes” en los estadios de fútbol debido a la pandemia por COVID-19.

La liga alemana de fútbol está de regreso y aficionados del club alemán Borussia Mönchengladbach encontraron una manera ingeniosa de llenar su estadio, sin poner en riesgo sus vidas en medio de la pandemia de coronavirus: ocupar las gradas con sus dobles, hechos de cartón.

El cuadro alemán no quiso dejar afuera a sus hinchas en su primer juego de local tras el regreso de la Bundesliga. Asimismo, el partido se realizó el sábado 23 de mayo y se jugó contra el Bayer Leverkusen.

Alrededor de 13 mil aficionados pagaron 19 euros cada uno para que el club alemán imprimiera su fotografía y la colocara en los asientos del Borussia-Park.

Recordemos que esta medida ocurre debido a que los partidos en la Bundesliga se deben de jugar a puerta cerrada como medida de seguridad para combatir la pandemia de COVID-19.

De acuerdo con un boletín emitido por el Mönchengladbach, explica el proceso para que los aficionados de cartón»estén» en las gradas.

Básicamente, se envía un correo electrónico a una dirección electrónica con una fotografía y, tras confirmarse el pago, los empleados del club colocan a una imagen de cartón en los asientos del estadio.

Una semana antes de que se realizará el partido de regreso a la Bundesliga, los organizadores de la campaña expresaron estar saturados pero encantados con la abrumadora respuesta de los aficionados, dijo el representante del equipo, Thomas Weinmann, quien también pidió paciencia a los aficionados interesados: «Todos los correos electrónicos se toman en cuenta, pero deben tratarse uno por uno».

¡Impresionante! Con Estadio lleno de figuras de cartón se juega partido en la Bundesliga

¡IMPRESIONANTE! CON ESTADIO LLENO DE FIGURAS DE CARTÓN SE JUEGA PARTIDO EN LA BUNDESLIGA


Tomado de Medio Tiempo.

Por primera vez en la historia de la Bundesliga los aficionados que presencian el partido entre Borussia Monchengladbach y Bayer Leverkusen son de cartón, literalmente.

Las gradas del estadio Borussia Park lucieron diferentes al resto de los estadios en la liga que ha regresado a la actividad en medio de la pandemia por coronavirus. 

Unas 13 mil figuras de cartón fueron colocadas en las gradas para simular el público, que no puede estar con su equipo debido a las restricciones de salud que impusieron las autoridades de Alemania para poder realizar estos partidos.

La iniciativa buscaba tener 20 mil rostros de cartón para cubrir todo el inmueble aunque las primeras cifras oficiales apuntaban a 13 mil, de acuerdo con Thomas Ludwig presidente del club de ‘Fanprojekt Mönchengladbach’.

En las primeras fotos del estadio se pueden ver las efigies colocadas en una de las cabeceras del estadio, que le dan una perspectiva casi realista desde las cámaras de televisión. 

En su cuenta de Twitter, el club alemán bromeó sobre la situación e incluso posteó una foto donde había unos cuantos cartones de gente que portaba playeras del rival. “Incluso nos visitan algunos hinchas del Bayer 04. ¡Bienvenidos y nos alegramos que hayan participado en esta acción!”, escribieron.

“Es una linda operación que crea un ambiente en el estadio, pero al mismo tiempo es un recordatorio de que el futbol sin aficionados no es lo mismo”, dijo hace unos días Max Eberl, director deportivo del equipo.

Por otro lado, en el partido entre el Wolfsburgo y Borussia Dortmund se utilizó un sonido grabado para simular el ambiente en el Volkswagen Arena. De esta forma parecía que había afición alentando con sus cánticos al equipo.

jueves, 21 de mayo de 2020

Fútbol, violencia y bandas criminales en "Puerta 7", una serie de Netflix

FUTBOL, VIOLENCIA Y BANDAS CRIMINALES EN "PUERTA 7", UNA SERIE DE NETFLIX


Tomado de Agencia Pacourondo.
Por Diego Moneta.

El 21 de febrero desembarcó en Netflix la nueva producción de Polka, Puerta 7. Busca meterse en el mundo de las barras bravas argentinas. Fue creada por Martín Zimmerman y la dirección está a cargo de Israel Adrián Caetano. El primero es conocido en la plataforma por su trabajo como productor y guionista de Ozark y como co-guionista de Narcos. Caetano, por su parte, se destaca recientemente por ser el creador, junto a Sebastián Ortega, de El Marginal y, también, de Apache. 

El guión de la serie estuvo a cargo del mismo Zimmerman y de Patricio Vega. Parte de la narración está basada en la experiencia de Florencia Arietto como jefa de seguridad del Club Atlético Independiente e intenta mostrar qué sucede cuando una mujer se sumerge en el fútbol con “la intención de combatir a las barras”. Arietto estuvo entre 2011 y 2013 en el club, pasó a las filas del Frente Renovador y luego fue asesora del ministerio a cargo de Patricia Bullrich. Aclaró por redes sociales que había participado del guion y que existen detalles autobiográficos.

De esta manera, Puerta 7 relata cómo Diana (Dolores Fonzi) intenta eliminar la corrupción de Ferroviarios F.C. para redimir el nombre de su familia y, además, aborda la infiltración de “Marito” (Ignacio Quesada) en la barra, con la intención de salvar a su familia de la pobreza, así como otras aristas que surgen durante la narración.

La temporada comienza con el intento de asesinato contra Héctor "Lomito" Baldini (Carlos Belloso), líder de la barra brava del club, en pleno partido y en su propio sector de la tribuna. Fabián (Esteban Lamothe), su mano derecha, se ocupará de averiguar quién fue y por qué motivo. Debido al hecho, Diana es convocada por el presidente para ser jefa de seguridad, por lo que va a dedicarle menos tiempo a una ONG en la que ayuda a pibes y pibas del barrio.

La serie tiene su mérito, sus aciertos y sus errores. No es una temática muy representada en la industria del entretenimiento. El sello del creador y el director se reconocen rápidamente si tenemos en cuenta otras de sus producciones. En principio, es una apuesta audaz. Puede salir bien, mal o quedarse en el camino.

Por el lado positivo, el entramado sociocultural que implica una barra brava dentro de un barrio está bien representado. Se muestran los negocios que manejan y la conexión-influencia permanente con el club. El líder de la barra es manager de uno de los jugadores, visita cuando quiere al plantel y es una figura dentro de la comunidad educativa del colegio de su hija.

A nivel dirigencia, el presidente de Ferroviarios (Antonio Grimau) es quien busca confrontar a la barra y para eso convoca a Diana; decisión que no le cae bien al tesorero (Juan Gil Navarro), personaje central en las conexiones con barras, e incluso con narcotraficantes. Por momentos, la serie representa la rivalidad barras-narcos como un enfrentamiento en el que los primeros son los buenos por no querer que la droga entre al barrio.

Una falla de la producción es no representar con más claridad lo que el sociólogo Pablo Alabarces define como la “cultura del aguante”. En el fútbol, la “cultura de la violencia” se reproduce y aumenta en función del prestigio y respeto que ganan sus participantes a través de acciones justamente violentas. Ciertos funcionarios, políticos o sindicalistas que condenan a “los violentos” son los mismos que luego los contratan para tareas de seguridad. El apoyo silencioso convierte al fenómeno en un círculo virtuoso, sumándose al respaldo contextual que le dan los llamados “hinchas genuinos” y otros actores sociales. Una moral legítima dentro del fútbol.

La “cultura del aguante” no es específica de los sectores populares, y surge al convertirse en “oportunidad” ante un Estado debilitado que no llega a todos los sectores. Las hinchadas legitiman sus propios valores, estimando el coraje en enfrentamientos físicos, y la convierten en una forma de interactuar socialmente.

Cuando ocurre algún hecho que involucra barras bravas, el periodismo deportivo las cataloga como “violentos” o “falsos hinchas”. Por el contrario, son hinchas avalados por esa “cultura del aguante”, ni más ni menos. La serie podría haber ahondado más en la representación de personajes como “Lomito” o Fabián en este aspecto y en cómo el resto de la hinchada también los avala.

Atado a lo anterior, cuando se los presenta de esa manera, lo que se hace es excluir culpables. La principal falla de la serie es la (no) representación del Estado. Apenas se insinúa que “Lomito” conoce a todos los policías del barrio o el papel de la justicia en las causas que rodean a los barras. Nunca se menciona, por ejemplo, que si la barra maneja el negocio de los puestos de comida en un espacio público es responsabilidad estatal. Así como tampoco están representadas las conexiones políticas con sus partícipes en los distintos niveles.

También, con la excusa de no querer caer en estereotipos, se excluye la relación de las barras bravas con el área sindical. Llama la atención, teniendo en cuenta la historia de Arietto en Independiente y su arremetida contra Hugo Moyano. La serie apela tímidamente a nombrar al club de la serie de una manera muy similar a Camioneros, sin profundizar en la relación entre la barra brava y el sindicalismo.

Todavía no se sabe si habrá segunda temporada de Puerta 7, donde las fallas mencionadas podrían ser reformuladas. Para ello, deberían enfocarse aún más en la experiencia de Arietto. Después de renunciar por discrepancias con el presidente de Independiente, Arietto, de paso previo por el kirchnerismo, reapareció en la escena política bajo el ala de Sergio Massa y llegó al gobierno de Cambiemos a partir de la Coalición Cívica. Podría ser un nuevo puntapié para aprovechar, entre otros cabos sueltos que dejó la primera temporada.

domingo, 17 de mayo de 2020

Hubo un tiempo en que los porteros guardaban su valla con los puños desnudos

HUBO UN TIEMPO EN QUE LOS PORTEROS GUARDABAN SU VALLA CON LOS PUÑOS DESNUDOS


Foto: Marca.com

Tomado de El Super Hincha.-

¿Imaginas a Neuer, Ter Stegen o De Gea jugando sin guantes? No, seguramente no es algo que concibas con facilidad porque desde la década de los 70 el uso de Guantes de Portero se ha extendido hasta convertirse en indispensable.

Se considera que fue el portero alemán Sepp Maier quien popularizó el uso de Guantes para Portero de agarre suave. Los guantes tal como los conocemos hoy en día. Fue cuando la marca deportiva Reusch le contrató como imagen y juntos trabajaron en desarrollarlos.

A partir de ese momento, los Guantes de Portero se convirtieron en verdaderas herramientas de trabajo para esa posición. Y siguieron (siguen) evolucionando para optimizar sus características. Para mejorar el agarre del balón. Para aumentar la amortiguación. Para facilitar el movimiento de los dedos. Para protegerlos de lesiones. Para aligerar su peso…

Por eso hoy en día existe una amplia variedad de tipos de Guantes para Portero, pero no siempre fue así. De hecho, no siempre fueron prendas especialmente diseñadas para esta función.

Precedentes del uso de Guantes de Portero

Foto: marca.com

El británico William Sykes, uno de los primeros fabricantes de balones de fútbol, ideó unos guantes de cuero, recubiertos de caucho, para proteger las manos de los porteros. Llegó a registrarlos en la Oficina de Patentes de Berlín en 1885. Sin embargo, nunca se fabricaron.

Hubo que esperar hasta la década de 1930 para ver el primer Portero con Guantes. O por lo menos para tener referencias gráficas de su uso. Ricardo Zamora fue portero del Barcelona y Real Madrid. Es considerado uno de los mejores jugadores mundiales de los años 20 y 30. Pues bien. Existen documentos gráficos que le muestran jugando con guantes en climas nada adversos. Por lo que se entiende que los utilizaba para algo más que protegerse del frío.

También se sabe que los utilizó Valerio Bacigalupo. Era uno de los futbolistas más destacados de Italia en la década de los 40 hasta que la Tragedia de Superga puso fin a su vida.

Historia Oficial de los Guantes de Portero

Y así llegamos a lo que la mayoría de fuentes considera el primer uso de Guantes de Portero. Fue en 1952, durante un encuentro entre Airdrie y Celtic, posiblemente en la Copa de Escocia. Sin embargo, no hay demasiados datos sobre este hecho.

De quien sí hay datos es del portero argentino Amadeo Carrizo «Tarzán». Jugó en River Plate desde 1945 hasta 1968 y durante la última parte de su carrera lo hizo llevando guantes.

Foto: futbolgrad.com

Este coincidió en el tiempo con el soviético Lev Yashin «La Araña Negra», que jugó entre 1950 y 1970 en el Dynamo Moscú. Existen múltiples registros fotográficos donde se puede ver que Yashin jugaba siempre con guantes, independientemente de la climatología.

Ellos dos son considerados por bastantes fuentes como los precursores del uso de Guantes de Portero de manera habitual (o uno u otro según el origen de dichas fuentes). No obstante, esas prendas no habían sido concebidas para ese uso.

Los primeros Guantes de Portero

Foto: telegraph.co.uk

No fue hasta 1966 que aparecieron los primeros guantes específicamente creados para porteros. El primero en usarlos de manera continuada podría haber sido Wolfgang Fahrian en la Bundesliga. Sin embargo, no se popularizaron hasta el Mundial México 1970. En él, el inglés Gordon Banks los utilizó durante todos sus encuentros. Eran de felpa y con inserciones de caucho en la palma de la mano y los dedos.

Fue a partir de ese Mundial cuando las marcas se dieron cuenta del potencial que tenía fabricar Guantes de Portero. Aparecieron entonces otros más evolucionados, de cuero, acolchados para mitigar los golpes del balón y con piezas de goma en la palma de la mano para facilitar el agarre.

Y entonces llegaron Reusch y Maier con sus guantes de látex, de agarre suave y mucho más grandes que los de felpa y cuero. Popularizaron su uso entre los porteros del mundo y el resto, es historia.

lunes, 14 de julio de 2014

Analfabeta, con una pierna más larga que otra y la columna vertebral torcida, Garrincha fue uno de los más grandes futbolistas

ANALFABETA, CON UNA PIERNA MÁS LARGA QUE OTRA Y LA COLUMNA VERTEBRAL TORCIDA, GARRINCHA FUE UNO DE LOS MÁS GRANDES FUTBOLISTAS


Tomado de Elpaís.com.co

Manuel Do Santos –Garrincha- ídolo y demonio de las canchas. A pesar de sus éxitos, no aprendió a leer era analfabeta. Prefirió vivir y practicar el “Jogo Bonito” y no supo manejar la fama.

Padre de familia con tristezas y alegrías. El afamado jugador, tierno y capaz de acariciar un niño, cuando le solicitaba un autógrafo o una foto.

Pese a sus defectos, sus piernas eran extraordinarias. Tuvo el don de hipnotizar el balón y llevarlo exactamente al fondo de la red o donde él quería. Esta vez a los lectores Garrincha deja una síntesis que permaneció oculta.

Partió a “vacaciones celestiales”, opacado por el gran brillo de los grandes éxitos, fracasos y la publicidad.

Garrincha fue un héroe de las canchas, en Colombia y el Mundo. La historia dice que nació en Pau Grande, un pueblo situado a 200 kilómetros del Bota Fogo de Río. Jugaba para la tribuna vacía o de pronto para escasos parientes o amigos que siempre lo rodeaban.

Lo acompañaban garotas --hermosas mujeres de distintos colores y razas-- que luego le brindaban sus mieles en algún rastrojo. Garrincha jugó con balones de trapo o hechos con periódicos y amarados con pita (cabuya), para que no se perdieran sus goles de todas las marcas.

Los sofisticados balones de hoy son un tanto afeminados: tienen de todo hasta sauna, manicurista y múltiples colores.

Manuel Do Santos, pensando en él, alguna vez sospechó que Passolini escribió que… “El goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año”. Por su parte Javier Marias escritor y académico dice que: “el futbol es la recuperación semanal de la infancia”. Falso: “es la recuperación diaria”.

En un reportaje que le hice a Garrincha, cuando estuvo en Bogotá y el Bota Fogo le ganó 6-5 a Millonarios, y jugando también para el Junior, me reveló: aprendí a hacer goles y amar, en desorden. Desde muy joven señaló Manuel Do Santos, que supo que “el amor es eterno, mientras dura”, como alguna vez escribió su paisano Vinicius de Moraes. Lo supo por las múltiples mujeres que hiso feliz e infelices al mismo tiempo. Es el impuesto que hay que pagar por amar sin medida.

A Garrincha nunca le gustaron las medias tintas, era frentero. No le importaba si causaba alegría o intenso dolor, como en muchas ocasiones sucedió con Iraci, su primera dama, y por Elsa, la última compañera, amante y musa que lo llevó de la gloria al infierno.

Vinicius el escritor brasileño cuando veía a Garrincha siempre le dedicaba un soneto de su inspiración: “El ángel de las piernas torcidas”.

Si afortunadamente Garrincha en la entrevista destacaba que… nació con las piernas un tanto desobedientes: que la una para acá, que la otra para allá; que la derecha 6 cm más corta que la izquierda. Todo gracias a una madrugadora poliomielitis que lo afectó desde infancia.

Pero Manuel, como venía con el chip para jugar exquisito futbol, convirtió la poliomielitis en arte. Ambas piernas, las utilizo para su oficio profesional. Los zurdos incluido Diego Armando Maradona, también son gente pero lo “endiosaron” demasiado, pregonaba Garrincha.

Muchos ven algo de Chaplin en mi forma de interpretar el futbol, lo mío era y hasta en la eternidad: samba con balón.

Ahora desde el Estado del Cielo El ángel de las piernas torcidas desde su habitación entre las estrellas, quizás evoca como era su costumbre, la fugaz inmortalidad, que le depara el gol.

Manuel Do Santos o Garrincha lo hizo durante 19 años en distintos quipos del Brasil, y en el Junior de Barranquilla, cuando su futbol –el de mané- empezaba a ocultarse como el sol de los vanados.

Solía repetir este inolvidable jugador que actuaba como puntero derecho, que los futbolistas nos suicidamos o nos asesinan pronto en primavera. La vida útil, es y será escasa. El olvido está al final de cada partido sea futbol profesional, eliminatorias o partidos amistosos.

En su paso fugaz por Colombia Garrincha evocaba cuando nos encontrábamos en tertulias o restaurantes que los tiempos cambian, claro está para bien. Y lo decía sin presumir, porque siempre busco su felicidad, dentro y fuera de las canchas. Jugando futbol o en la intimidad con las mujeres, que eran la única “marca a presión” que no pudo nunca superar.

Repetía que la caridad entra por cada y más aun, cuando divirtió al mundo con su “juego endiablado”… “jugaba como quien cultiva orquídeas”.

Recordaba Garrincha que por su poca educación, se aprovechaban se su nobleza y lo obligaban a firmar contratos en blanco con mi primer gran empleador: El Botafogo. ¡En Cristo Redentor de Corcovado si me explotaron!. Por esa y otras razones que solo a mi me pertenecían llegue escaso de metal al final de la andadura.

Garrincha como visionario y figura inmortal del futbol en su soledad repetía: “mi vida será una película y documental, habrá más leyenda que realidad, pero al fin y al cabo mi vida”.

A veces Manuel Do Santos, no entendía ni sabía que su vida, era su propia leyenda. Gajes del oficio de ser Garrincha. A propósito en la película “Garrincha, estrella solitaria” de Milton Alencar Jr. Tiene apartes con extraña coincidencia. En sus comienzos Manuel Do Santos, estuvo solo y la película también, a pesar de que se exhibió en los mejores teatros.

Garrincha hasta el momento de su muerte no olvidó a compañeros y amigos de profesión que le dieron el codazo generacional, aprendieron de negocios y convirtieron el futbol en una máquina de hacer plata.

Al lado de compañeros de rumba y mujeres de viento, sacadas de las pasarelas, con el correr del tiempo consiguieron asesores económicos que hablaban distintos idiomas, que lo disfruten, se lo merecen. Ellos como yo que fuimos artistas del espectáculo, somos hasta la inmortalidad payasos que tenemos el encargo de distraer a los hinchas que… “son cosa vana, variable y ondeantes”.

Hay que destacar como autor de esta nota, que antes se hablaba de pan y circo. El circo de ahora con la moderna tecnología, lo ponen los futbolistas. Menos mal, la torta económica esté mejor repartida. No es todas partes, pospuesto. Los de abajo siguen siendo los de abajo: Los Garrinchas que por ignorancia, no supieron mantener la fama y el éxito, terminaron en la ruina, en la pobreza absoluta y alcoholizados.

Lionel Messi, Beckam, Cristiano Ronaldo, Kaká, Samuel Ettó, ganan y gastan. No se enloquecen con el billete. Y hacen bien. Para mi gusto, me quedo con Ronaldinho, cuyo futbol se fue de vacaciones en el último mundial otros me han querido tramar con Carlos Tévez, Messi y Robinho que juega con alegría, con las ganas y picardía que exilia Garrincha, cuando con sus jugadas hizo a Pelé y lo convirtió en el mejor jugador del mundo, hasta ahora no igualado.

Los ídolos y los grandes cracks, los de ayer, hoy y a futuro, seguirán haciendo su master en los potreros: la mejor universidad para jugar al futbol. quizás ellos tengan más de Garrincha el pájaro pobre y veloz, el ángel de las piernas torcidas, a quien 52 años después evocó en Figuras y Vivencias y están en mi mente cada uno de los goles que convirtió en Pau Grande, en Suecia o en Santiago donde Brasil se paseó glorioso con sus títulos y es el actual Pentacampeón del mundo.

La vida a todos los seres nos pasa factura por nuestras virtudes y por nuestros defectos. Y Manuel Do Santos –Garrincha-, el final de sus 50 años lo golpeo el alcoholismo y lo dejo en la ruina. No pudo resistir su dribling endiablado. Lo digo yo que lo vi jugar. Enloquecía a marcadores con su gran prestidigitación.

Juan Gallego el marcador de punta vallecaucano, ahora a sus 88 años de edad, aun está buscando al Mané.

Al terminar su contrato con el Junior de Barranquilla, Garrincha dijo a manera de epitafio a un grupo de periodistas: “yo viví la vida, la vida no me vivió a mi”.

Con el gorrión de París –Edith Piaf- Garrincha de la voz – aprendí que… "uno tiene que merecerse la muerte”. Hice me tarea. Hay les dejo el cuero uno de los alias de “la pecosa” (el balón).

¿Lio Messi sufrió de Síndrome de Asperger?

¿LIO MESSI SUFRIÓ DE SÍNDROME DE ASPERGER?


Tomado de Goal.com

La idea de que una gran celebridad supere una enfermedad o alguna afección para convertirse en el mejor del mundo en su profesión, estremece a la gente. Es por eso que más de 150.000 internautas, incluyendo al Diputado Federal y exjugador brasileño Romario, reprodujeron en las redes sociales el texto: “Messi, la superación de un autista”, del periodista y publicitario José Luiz Tejón. Fue algo que llamó mucho la atención de la prensa y generó controversia y debates. Las versiones no tardaron en propagarse viralmente en internet, pero la veracidad de la información es algo que muchas veces se deja de lado. Tesis sin sustentos, a veces terminan convirtiéndose en “hechos”.

¿Pero de dónde surgió esta teoría y qué factores la llevaron a desparramarse por las redes sociales y los medios?

En una entrevista exclusiva con Goal, el periodista Roberto Amado, el primero en levantar esta hipótesis en su sitio de internet y principal fuente para el artículo de Tejón, explica que esta afirmación la hizo a partir de un análisis comportamental de Messi hecho a distancia. De acuerdo a sus afirmaciones, durante su investigación, descubrió una cita a un informe médico que afirmaba que Messi era portador del Síndrome de Asperger, una forma leve de autismo. Pero ese documento jamás fue divulgado.

“Hace dos años pienso en este tema y analizo el comportamiento del jugador dentro y fuera del campo. No tengo ninguna base científica para llegar a esta conclusión, pero digo lo que digo en base a mi experiencia de vida y al hecho de haber convivido desde niño con personas que presentan ese cuadro”, declaró Amado.

La experiencia que cita el periodista se debe al hecho, según él, de ser hijo de un neuropediatra y una fonoaudióloga, que actuaron juntos en casos similares durante más de 35 años. Esta situación tornó su convivencia con estos pacientes en algo muy común en su vida. Para él, escribir esa nota iba a servir más para darle valor a los portadores del síndrome de Asperger que para difamar al jugador.

“Cuando escribí esa nota, mi principal objetivo no fue el de acusar a Messi de sufrir una enfermedad, como mucha gente terminó entendiendo. El principal objetivo era decir que los autistas pueden relacionarse, pueden vivir normalmente y ser muy productivos”, afirmó.

Aun cuando la versión no contenía ninguna fuente médica, conforme a lo que el propio autor declaró, la tesis se propagó rápidamente. José Luiz Tejón, uno de los primeros en divulgar la información en una nota en la revista Exame, la consideró coherente apenas tomó conocimiento de la misma. A pesar de eso, él aclara que solamente una persona especializada podría realizar semejante afirmación.

“Solamente un psiquiatra puede definir (el cuadro). Personalmente yo nunca estuve con Messi o hablé con algún psiquiatra sobre su caso. Lo que más me llamó la atención fue que el ángulo del artículo fue algo positivo para las personas con capacidades diferentes. Yo tengo un cariño muy grande por ellos”, justificó.

A pesar de la intención del autor, la especialista en psicomotricidad, Alexandra Resende, que trabaja diariamente con pacientes autistas, reprueba este tipo de análisis hecho sin el contacto directo con el paciente.

“Creo que es algo demasiado prematuro, superficial y hasta irresponsable, hacer un diagnóstico a distancia. Incluso porque, para llegar a un diagnóstico de Asperger, autismo o cualquiera sea el grado del cuadro, es importante revisar la historia de vida del paciente. Es un trabajo minucioso”, destacó la profesional brasileña.

Aún sin contar con las bases necesarias apuntadas por Resende, Roberto Amado se considera satisfecho con la repercusión de su obra, pues considera que la misma atendió a la ansiedad de quienes conviven con portadores de esta enfermedad. A pesar de esto, reconoce que podría haber sido más precavido como periodista.

“Considero incluso que puede que yo haya ido un poco más allá del límite de lo que debería haber hecho como periodista al afirmar algo así sin contar con avales médicos. Pero lo hice y nunca imaginaba que iba a tener tanta visibilidad. Todo se convirtió en una bola de nieve. Pero no me arrepiento de lo que hice, porque atendí a la ansiedad de personas que están involucradas con el Síndrome de Asperger. Eso es lo que sentí, con mucha intensidad, con la devolución que recibí”, comentó.

Para el periodista, el preconcepto todavía es un tema que no tiene que dejarse de lado cuando se habla de autismo. Roberto Amado se defiende afirmando que la repercusión de su trabajo se dio justamente porque la sociedad no acepta que una persona “diferente” al patrón, se convierta en una referencia en la propia sociedad.

¿Y si consideráramos que la teoría de Roberto Amado fuese cierta? En ese caso, ¿sería posible que el jugador alcance el nivel de excelencia que demuestra Messi siendo portador del Síndrome de Asperger? De acuerdo con la doctora Alexandra Resende, sí, dado que este cuadro afecta principalmente los aspectos sociales y no le impediría que desenvolviera las habilidades que posee.

“El Asperger es un síndrome que causa una deficiencia en la interacción social, pero normalmente se trata de niños y adultos muy inteligentes, algunas veces con un coeficiente intelectual por arriba del promedio. Entonces es perfectamente posible que aun encontrándose dentro de ese cuadro, él pueda alcanzar ese nivel”, recordó Resende.

El doctor Marco Antonio Alves, Director de la Clínica de Rehabilitación da Ilha, en el Estado de Rio de Janeiro, y uno de los mayores especialistas en la materia en Brasil, explica que el síndrome puede ser perfectamente llevado a niveles en los que puede pasar desapercibido, en caso de que sea tratado en los primeros años de vida del paciente.

“Cuanto más temprano sea hecho el diagnóstico y el inicio del tratamiento, mejor será el diagnóstico de vida de ese niño. Podemos hablar incluso, lo que no está comprobado científicamente, de la obtención de la cura del autismo a través de una reorganización neurofuncional. Este resultado puede llegar a través del método Padovan, concebido por la brasileña Beatriz Padovan, que realmente determina cambios en el comportamiento de cualquier grado del espectro autista”, explicó.

Roberto Amado solamente lamenta que después de esta experiencia él se haya convertido en el blanco de críticas y ofensas por parte de los fanáticos del jugador argentino, que según él, no entendieron el verdadero objetivo de su trabajo.

“Recibí ofensas. Cuando uno dice que un ídolo es autista, algunas personas se enfurecen. Si yo ofendí a Messi y a su familia, lo siento mucho. No fue mi intención. Todo lo contrario, yo quería valorar a quienes son diferentes”, afirmó Amado.

Ante tanta polémica, queda la certeza de que, siendo o no portador del síndrome, Lionel Messi es un genio que emociona a muchos. Pero por otro lado queda también la percepción de que la sociedad todavía necesita aprender a comportarse con personas que salen del modelo de persona considerado como normal. Lo importante, como confirma la Dra. Resende, es que esos ciudadanos no poseen un límite predeterminado aun cuando el crack del Barcelona no tenga ningún diagnóstico conocido de ese síndrome.

“Yo creo que no hay límites para nadie. A partir del momento en el que el paciente encuentra un tratamiento neurológico correcto, que se encuadra dentro de un método de eficacia comprobada, la consecuencia es lo más importante. Entonces es por esto que creo que no existe un límite. Si usted encuentra un método que de resultado, tiene que profundizar hasta el final, sin que le importe el tiempo. Invierta en él y permita que el paciente rompa con todas las barreras y que conquiste el mundo”.

jueves, 10 de julio de 2014

Moacyr Barbosa: medio siglo pagando el "crimen" del Maracanazo

MOACYR BARBOSA: MEDIO SIGLO PAGANDO EL «CRIMEN» DEL MARACANAZO


Por Israel Viana / ABC.

Aunque falleció el 8 de abril de 2000, Moacyr Barbosa ya había «muerto» medio siglo antes: el 16 de julio de 1950. Aquel fatídico día el delantero uruguayo Gigghia chutó contra su portería y él, en una grandísima estirada, desvió el balón. Estaba convencido de haber enviado la pelota al córner, hasta que escuchó a los 200.000 aficionados que asistían a la final en Maracaná enmudecer de repente. A Brasil le acababan de arrebatar el Mundial en su propia casa en el famoso «Maracanazo», que sumió al país en una profunda tristeza, con todos los índices apuntando a un gran culpable: Barbosa.

«La peor tragedia de la historia de Brasil» o «Nuestro Hiroshima», titularon los periódicos al día siguiente, en un tono muy parecido al que han titulado este miércoles la derrota frente a Alemania por 1 a 7. Las columnas de opinión de entonces no ayudaron a detener el linchamiento público: «La ciudad cerró sus ventanas, se sumergió en el luto. Era como si cada brasileño hubiera perdido al ser más querido. Peor que eso, como si cada brasileño hubiera perdido el honor y la dignidad», escribía el prestigioso periodista Mario Filho.

Pasaron los años y el que fuera primer portero negro de la selección brasileña nunca fue perdonado. «En Brasil, la pena mayor por un crimen es de treinta años de cárcel. Hace 43 años que yo pago por un crimen que no cometí», confesaba Barbosa en 1993. El exguardamenta brasileño –que vivía entonces en casa de una cuñada con una pequeña pensión– había acudido a Estados Unidos a ver las eliminatorias del Mundial y quiso visitar a los jugadores de la selección de Mario Zagallo para darles aliento. Cuan grande fue su sorpresa cuando le prohibieron la entrada en la concentración: «Que no pase y que no vuelva», dijeron las autoridades según la televisión inglesa.
«Un frío paralizante»

La maldición había comenzado en el mismo instante en el que el balón lanzado por Gigghia se introdujo en la red. «Llegué a tocarla y creí que la había desviado al tiro de esquina, pero escuché el silencio del estadio y me tuve que armar de valor para mirar hacia atrás. Cuando me di cuenta de que la pelota estaba dentro del arco, un frío paralizante recorrió todo mi cuerpo y sentí de inmediato la mirada de todo el estadio sobre mí», recordaba años después el portero.

Esa horrible sensación, la de todo el estadio con los ojos clavados en él, fue la misma que vivió en las calles durante el resto de su vida. «Ahí está el hombre que hizo llorar a todo un país», le dijo una mujer en plena calle muchos años después. Ni los más de 1.000 goles de Pele ni loscinco mundiales obtenidos por Brasil en las décadas siguientes borraron de la memoria colectiva aquel fiasco.

Era la primera vez en la historia que Brasil llegaba a la fase final de un mundial y todo el país daba por segura una victoria en Maracaná, inaugurado unos días antes como el estadio más grande del mundo. Los anfitriones se habían paseado a lo largo del campeonato, venciendo incluso a Suecia por 7 a 1. La fiesta en las calles de Río de Janeiro era constante.
«Barbosa detiene magníficamente»

En la final, Brasil comenzó ganando con un gol de Friaça nada más comenzar la segunda parte. La alegría se desbordó en la grada. La victoria en el Mundial se estaba acercando. Todas las menciones a nuestro protagonista en la crónica de ABC eran elogios en lo que se refiere a su actuación en el primer tiempo: «Barbosa detiene magníficamente», «Uruguay se lanza al ataque más decisivo y sus incursiones se suceden con frecuencia sobre la meta de Barbosa, quien, por fortuna para Brasil, tiene una tarde feliz» o «Barbosa para magistralmente».

Schiaffino empató en el minuto 66 y la alegría de los brasileños fue quedando solapada por los nervios, hasta que Gigghia consumo la tragedia en el minuto 79. «A partir de los treinta minutos (del segundo tiempo) presionan los uruguayos, y en un jugada personal de Gigghia, venciendo todos los obstáculos, marca el segundo tanto, a los 34 minutos de juego, un tanto imponente, que causa enorme sensación en los graderíos», podía leerse en la crónica de ABC, que finalizaba con una premonición que aun hoy continúa vigente: «Una final que pasará a los anales del fútbol internacional como una de las más dramáticas de todos los tiempos».

«Puede decirse que el mayor adversario de los brasileños fue el optimismo de sus jugadores, sin tener en cuenta que no tenían ninguna razón para ello, como se vio después del encuentro», añadía otro artículo.
Entierro solitario

El vacío que sintió Barbosa tras el pitido final aquel 16 de julio de 1950 no le abandonó en la vida. El traspié profesional fue como una maldición. Nadie recordaría después su brillante carrera, que le llevó a ganar con el Vasco de Gama varios campeonatos nacionales y dos sudamericanos. Después del «Maracanazo» continuó jugando 12 años más siendo uno de los mejores porteros de su época, pero aquello no parece haber existido. Todo quedaba oculto tras el segundo gol de Gigghia

Tal es así que el día de su funeral en un pequeño municipio cercano a Santos, en el año 2000, apenas había 50 personas. Sobre el modesto ataúd, una bandera del Club Atlético Ypiranga, el equipo donde Barbosa comenzó su carrera en los años 30, y que hace más de cuatro décadas que no existe. Unos pocos familiares y amigos, junto a cinco o seis antiguos seguidores. Eso es todo. Ninguna estrella del fútbol, ningún dirigente nacional. Poco antes de acabar el entierro, apareció en el cementerio Morada de la Gran Planicie un dirigente del poderoso Vasco da Gama con una bandera del club que posó sobre su ataúd.

Barbosa fallecía por segunda (y última) vez. La primera, en 1950, fue la que le condenó a morir en vida. «Yo sé, en el fondo de mi alma, que no fui el culpable. Éramos 11 en la cancha», repitió en varias ocasiones a lo largo de su vida. «Fue la persona más maltratada de la historia del fútbol brasileño. Era un arquero magistral. Hacía milagros, desviando con mano cambiada pelotas envenenadas», aseguraba el periodista Armando Nogueira.

domingo, 29 de julio de 2012

Cuentos de futbol: 22 de junio de 1986

CUENTOS DE FUTBOL:
22 DE JUNIO DE 1986


Por Eduardo Sacheri / (Tomado de: Periodistas Anónimos)


Para junio de 1986 yo llevaba un año y un mes de novio con Gabriela, una morocha de ojos enormes y curvas inquietantes que me tenía absolutamente encandilado. Éramos chicos, eran otros tiempos, y su familia me ponía las cosas un tanto difíciles. En sus conversaciones, en sus permisos y sus prohibiciones, yo no conseguía traspasar la categoría de “amiguito”. Solo Gabriela –Gaby, como la llamaba todo el mundo- aludía a su “novio”. Ni su padre, ni su madre, ni su hermano mayor, utilizaban semejante calificativo para mencionarme. En realidad, supongo que me mencionaban lo menos posible. Y cuando lo hacían, era para unir mi nombre al de alguna prohibición. No, no podés salir el sábado a la noche con Eduardo. No, no queremos que Eduardo te visite en las vacaciones en Villa Gesell. No, no nos parece bien que vayas a la casa de Eduardo. No, no nos importa que en su casa estén su madre y su hermana. No, no estamos de acuerdo en que te pases media hora hablando por teléfono con tu amiguito Eduardo. Cosas así.

Como mi novia estaba más buena que el flan con dulce de leche me armé de paciencia, y me acostumbré a volverme transparente. Con puntualidad de tren alemán me habitué a despedirla en el zaguán de su casa un minuto antes de las nueve de la noche, con disciplina de monje budista me acostumbré a cortar el teléfono a los diez minutos de conversación, y con ardides de agente secreto me las ingenié para verla a hurtadillas durante sus dichosas vacaciones en Villa Gesell.

Y así fue pasando el tiempo. Hasta que de repente, sin prólogos que me hicieran intuir un cambio semejante, y cuando ya llevábamos un año cumplido en esas lides, fui oficialmente invitado a comer en casa de mi novia, un domingo a mediodía. A comer un asado, más precisamente. Ella me lo contó desbordante de alegría. Nuestro amor, al parecer, había derribado los altos muros de la desconfianza de sus progenitores. “¿Justo el domingo que viene?”, pregunté yo. “¡Este domingo!” confirmó mi novia, en el colmo de la dicha. A veces la vida es así: nos pone a prueba, nos otorga algo que hemos deseado, pero en condiciones que convierten en una desgracia lo que debería ser un regalo del Cielo.

Porque el domingo siguiente no era cualquier domingo. Era el domingo más difícil, más importante, más complicado y más desesperante de mi vida. El domingo siguiente era 22 de junio de 1986. Jugaba Argentina. Jugaba un partido del campeonato mundial de México. Jugaba por cuartos de final. Jugaba contra Inglaterra.

“¿Pasa algo malo?”, me preguntó mi novia. Abrí grandes los ojos y murmuré que no, aclarando que justo el domingo, a las tres de la tarde, Argentina jugaba contra Inglaterra. Mi novia, en el mejor de los mundos, se alegró con la noticia. “¡Mejor –aseguró- así vemos todos juntos el partido después del asado!”.

¿Cómo explicarle la verdad? Hay cosas que se saben, o que no se saben, pero que no se explican. Hay partidos que se miran con tranquilidad, partidos que se miran con preocupación, partidos que se viven con desesperación, y partidos que se sufren al borde del abismo. Y, por supuesto, ese partido contra Inglaterra pertenecía al último grupo. Y eso es algo que solo los futboleros pueden entender. Durante los mundiales, sobre todo durante ese mundial de México, los argentinos no futboleros se asomaron al fútbol con interés, con entusiasmo, maravillados por lo que hacían Maradona y la selección de Bilardo. Triunfo ante los coreanos, empate con autoridad frente a la Italia campeona, victoria cómoda ante Bulgaria, victoria sufrida pero merecida frente a Uruguay por octavos… La gente que no es del fútbol supone que después de una victoria lo más probable es que haya otra victoria. Los futboleros, en cambio, sabemos cuánto dolor nos aguarda siempre en el futuro. Y si no es dolor, por lo menos, cuánta incertidumbre. Que los partidos no se ganan por currículum. Que hay seis millones de cosas que pueden salir mal en un partido. Que el fútbol es cualquier cosa menos justo. Que mil veces hemos merecido ganar y no ganamos.

De manera que los futboleros llegábamos a ese partido contra Inglaterra con la sensación inhóspita de que hubiésemos preferido cualquier otro rival para el partido de cuartos. Claro que el incentivo de ganarles y dejarlos afuera era interesantísimo. Pero al mismo tiempo, el terror de que fueran los ingleses los que nos dejaran afuera nos ponía al borde del pánico. Por supuesto que ganar ese partido, o ganar el mundial, no iba a arreglar el dolor enorme de Malvinas, y todos esos chicos muertos. Pero perder ese partido, perderlo con ellos, volvería todo más cruel, más amargo, más injusto. A mí nunca me ha gustado mezclar la política y la nación con el deporte, pero en ese caso, en ese año, después de todo lo que habíamos sufrido, yo sentía que el domingo 22 era una frontera definitiva.

Y la buena de mi novia me invitaba a ver el partido más importante de mi vida en presencia de su familia en pleno. Yo no sé ustedes, pero yo veo los partidos importantes como si estuviera en la cancha. Grito, salto, comento, puteo, reclamo, gambeteo, sudo, relato, gesticulo, despejo los balones sueltos en el área propia, estiro la pierna para llegar con lo justo a las pelotas indecisas de la mitad de la cancha. En otras palabras: doy un espectáculo bochornoso para cualquiera que no entienda de este juego. Cualquiera que me observe sin entender de qué se trata, deberá concluir que soy un loco o un infradotado, o un loco infradotado. De manera que ver ese partido, El partido del mundial, como figurita de estreno en la casa de mi novia me ponía en riesgo de convertir mi debut en despedida. Quedaba una chance a favor: que mi proyecto de suegro, y mi proyecto de cuñado fuesen futboleros a muerte, esos tipos que comparten tus códigos y que saben de qué se trata. Si ese era el caso, santa solución. Los tipos iban a estar tan carcomidos por los nervios como yo, y apenas me iban a llevar el apunte. Lástima que no era el caso: el padre y el hermano de mi novia eran tenistas. Tenistas de estos que juegan todas las semanas. Tenistas de club, de zapatillas blancas, de bolsos grandes, tenistas de nos tomamos una cerveza después del partido. Aclaro que, por mi parte, no tengo ningún problema con los tenistas. El problema era tener que ver el partido más difícil de mi vida como hincha, al lado de dos tipos que veían fútbol nada más que en los mundiales.

Traté de explicarle a mi novia que no podía aceptar su invitación. Que iba a dar un espectáculo vergonzoso, que si hasta ahora en su casa me miraban con recelo, de ahora en más lo harían con repugnancia. Ella me miró con ojos acuosos, me habló de la alegría que había sentido con la invitación, de sus esperanzas de que de ahora en adelante podríamos salir los sábados a la noche sin la oposición de sus padres…

La carne es débil. Sobre todo la mía. La sola posibilidad de salir con ella de noche, y sobre todo de pasear en el auto, y sobre todo despedirla en el zaguán de su casa sin la delatora luz diurna arruinando cualquier aproximación que uno intentase, pudo más que mis justificadas prevenciones.

Ese día me tomé el tren en Castelar poco después de las doce. Iba de pie, cerca de una de las puertas, apoyado en uno de los parapetos. Era un domingo gris, frío, típico de junio. En el parante de enfrente viajaba un tipo. En un momento nuestros ojos se cruzaron. No nos conocíamos. Nunca nos habíamos visto. Jamás volvimos a vernos. Pero en ese momento los dos hicimos el mismo gesto con las cejas y los ojos. Gesto de “Mama mía, qué partido nos espera”. Después volvimos a mirar el suelo o el paisaje más allá de las ventanillas. Cuando bajé en Ramos Mejía volvimos a mirarnos. Ahora el gesto significó “Ojalá. Ojalá que se nos dé”. Y eso fue todo.

Cuando llegué a lo de mi novia puse cara de muchacho bueno, atendí a las presentaciones, elogié los preparativos del asado: lo que se espera de todo novio recién presentado y bien nacido. Cuando nos sentamos a comer tuve un instante de incredulidad. Esa gente comía el asado como si no fuera a existir un mañana. Con la angustia que yo cargaba, no me entraba una arveja de canto. Pero el resto de los comensales les daba a las achuras, al vacío, a la tira, al vino y a la ensalada como si la vida fuese coser y cantar. “¿No comés, Eduardo? ¿No tenés hambre? Gaby nos dijo que el asado te gustaba mucho!”. Yo dije que sí, que no, que sí me gustaba, pero que me sentía ligeramente mareado, enfermo, indispuesto, indigestado, no sé, o todo junto. Y lo dije con sonrisa de estampa, como si también para mí la vida fuese nada más que ese mediodía gris, el postre y la sobremesa. Cada cinco minutos miraba la hora y calculaba: deben haber llegado al estadio Azteca; deben estar reconociendo el campo de juego; deben estar en la charla técnica.

Cuando se hizo la hora pregunté si podía poner la radio para escuchar el relato de Víctor Hugo. Me miraron como si fuese un visitante de Venus. “Mirá que por la tele lo relatan”, me explicaron los tenistas, con amplio espíritu pedagógico. ¿Qué responderles? Yo tenía mis razones para pedirlo. Uno: los relatores de radio me parecían mucho mejores que los de la tele. Dos: venía escuchando a Víctor Hugo desde el debut contra los coreanos, y no pensaba cambiar la cábala aunque explotase el mundo. Finalmente accedieron, tal vez por no llevarle la contra al loco recién llegado.

Les ruego, señores lectores, que se tomen un instante para evaluar mi situación. Muchos de ustedes habrán tenido la necesidad, alguna vez, de dar la imagen de un joven educado, centrado, simpático, cortés, amable, conversador y tranquilo. Ahora supongan que les hubiese tocado fingirse así durante el partido en que Argentina se jugaba, contra los ingleses, la chance de pasar a semifinales del Mundial de México. ¿Adquieren ustedes la dimensión de mi martirio?

El primer gol de Diego no lo grité. Ya dije que tenía puesta la radio con el relato de Víctor Hugo, que vio la mano de Dios como casi nadie, y lo dijo de inmediato. Por eso, mientras a mi alrededor todos gritaban y saltaban y festejaban, yo me limité a mirarlo a Maradona deseando que lo enfocaran al línea, o al árbitro, o a los dos, para asegurarme de que sí, de que lo habían cobrado. Cuando me convencí de que sí lo convalidaban, solté un par de gritos, pero no los alaridos desaforados que habría proferido en directo. Fueron un par de gritos civilizados, contenidos, gentiles, mesurados.

Pero lo que vino después se me fue absolutamente de las manos. Cuando cuatro minutos más tarde Maradona recibió de Héctor Enrique un pase intrascendente, seis metros detrás del mediocampo, y encaró hacia el mejor gol de la historia, no pude menos que ponerme de pie, como hace uno cuando está en la cancha y siente que algo está por pasar. Sé que me mantuve en silencio los siguientes segundos, mientras Diego avanzaba por izquierda gambeteando ingleses. Sé que dejé de respirar cuando se tomó un instante para quedar de vuelta de zurdo, después del último enganche al dejar pagando a Shilton. Y después no sé más nada.

Mejor dicho, cuando recupero la consciencia, estoy colgado de los barrotes de una ventana, a un metro del suelo, con los pies sobre el alfeizar, gritando como un enajenado, insultando a los ingleses y a la madre que los parió, deshaciéndome la garganta, descoyuntándome la mandíbula, desintegrándome las cuerdas vocales, que es el único modo de gritar un gol como ese.

O me bajó la presión, o me quedé sin aire, o simplemente la vida volvió a ponerse en movimiento. Lo cierto es que terminé por darme cuenta del sitio en el que estaba. Aun sin darme vuelta sabía que, detrás, debían estar mi hipotético suegro, mi hipotética suegra y mi hipotético cuñado, preguntándose qué clase de salvaje pretendía convertirse en el novio oficial de su hija menor. Junté valor, solté los barrotes y me dejé caer al piso. Me levanté dispuesto a que me indicaran en qué dirección estaba la puerta.

Y sin embargo, nadie me estaba mirando. Todos, empezando por los tenistas, seguían con los ojos clavados en el televisor, mientras repetían una vez y otra vez ese gol imposible. Me acerqué al grupo, sacudiéndome el polvo de las rodillas y carraspeando para recuperar aunque fuera un hilo de voz. “¿Qué golazo, no?”. Comentaron. Dije que sí. Como quien no quiere la cosa, limpié como pude las marcas de mis zapatos en la ventana. Nadie mencionó –nadie había visto- mis acrobacias ni mis gritos ni mis insultos. Volví a mi sitio y seguí viendo el partido. Eso sí, después del gol de Lineker preferí salir a la vereda, porque sentía que si los ingleses empataban, después del baile que se habían comido, yo iba a romper el televisor contra la pared que estuviese más a mano, y ya no me salvaba nadie.

Me senté en la vereda de Avenida de Mayo y Coronel Díaz, mientras le prometía a Dios ser bueno desde entonces y para siempre, con tal de que Inglaterra no nos empatase ese partido de leyenda. Detuve mis rezos recién cuando escuché los primeros bocinazos.

Yo le debo al Diego muchas cosas. La principal son esos goles a Inglaterra. Primero, por lo que esos goles fueron y seguirán siendo para los argentinos. Y segundo, porque sirvieron para dejar pasmados a los tenistas. De lo contrario, en una de esas, la familia de Gaby me repudiaba. Y yo no me casaba con ella, y no tenía los hijos que tengo. Menos mal que, gracias a Maradona, nadie me vio, a los gritos, trepado en la ventana.

viernes, 24 de septiembre de 2010

El castigo a los futbolistas mexicanos por parranderos y teiboleros

EL CASTIGO A LOS FUTBOLISTAS MEXICANOS POR PARRANDEROS Y TEIBOLEROS


Por Carlos Azar / Letras Libres

Bien dice Chesterton, algo peor que el debilitamiento de los grandes valores morales es el fortalecimiento de los pequeños valores morales. El martes, en “solemne” conferencia de prensa, el director de selecciones nacionales de futbol, Néstor de la Torre, anunció el resultado de las investigaciones –que le tomaron 15 días– para saber qué había sucedido en el hotel regiomontano luego del partido contra Colombia, una más de nuestras celebraciones por el bicentenario. Néstor abandonó sus labores, entre las cuales se destaca encontrar un entrenador para el equipo nacional, y concluyó, al parecer él solo, que once futbolistas habían hecho una fiesta, situación que violentaba cuatro artículos del reglamento interno de la selección. Por cierto, dichos futbolistas negaron que dicha fiesta hubiera sucedido hasta que en Inglaterra aparecieron fotografías que arrojaban todo posible escondite por la borda.

El martes culminó un proceso que demostró el manoseo y la torpeza de los involucrados. Los jugadores empeñados en ocultar un hecho que no tenía nada de malo; la federación obstinada en dar un golpe en la mesa solo porque aparecieron unas fotografías comprometedoras, y para mostrar que había disciplina, en desencadenar una cacería de brujas; los medios, revestidos como defensores de las buenas costumbres y trotaconventos que prefirieron la especulación al periodismo, se escandalizaron porque los jugadores no entienden que son figuras públicas y se obsesionaron con un puritanismo realmente lamentable; y finalmente la sanción: seis meses a los que se portaron peor –seis meses en los que solo hay dos partidos amistosos– y 50,000 pesos a los nueve restantes, monto que se donará a los damnificados de Veracruz.

Entendemos que los que recibieron el peor castigo atentaron contra los cuatro artículos en cuestión y los otros solo contra uno o dos. Y empieza la historia a crecer: hoy los medios han calificado a los jugadores de rijosos, niños abandonados por padres ausentes e incluso, prevaricadores. ¿Cómo un jugador de futbol puede ser acusado de prevaricato? ¿Dónde está el abuso de autoridad o del puesto por haber realizado una fiesta? Si los jugadores atentaron contra un reglamento que se les castigue (yo entendería que en ese mismo reglamento deberían estar asentadas las sanciones) y punto. No es necesario el escarnio público, la cacería de brujas, y sobre todo, los discursos moralistas dispuestos a lanzar la primera piedra a la menor provocación, a pesar de cargar con una doble moral.

Ya entendámoslo y dejemos de confundir la gimnasia con la magnesia. La historia ha demostrado que ningún golpe de represión genera autoridad moral. Si bien es cierto que la selección nacional actualmente es un champurrado que todo el mundo manosea sin ton ni son, cuya camiseta se ha abaratado, y que necesita cierto orden, un golpe de violencia abrupta solo generará un ambiente hostil que complicará las relaciones humanas. Las sanciones que sirven de donativo solo confunden. ¿Se quería sancionar o ayudar? Es preciso entender que los servicios sociales no son resultado de sanciones, sino de una voluntad consciente que representa un deseo de solidaridad.

Ahora que ya pasó, se deben enfocar todas las armas en reconstruir la confianza y el valor de la selección nacional y me refiero a todos los involucrados. Es fundamental que se nombre al entrenador pronto, la persona adecuada para llevar a cabo un proyecto (a ver quién se avienta con el ánimo de crear un nuevo ambiente); que los jugadores abandonen la soberbia que los caracteriza y recuerden que solo son futbolistas y no héroes nacionales; que los medios se dirijan más al análisis que al chisme; que todos abandonemos las pobres posiciones puritanas y asustadizas que de nada sirven. Es preciso entender que si no se parte de un proyecto, poco, realmente poco, se logrará.

martes, 29 de junio de 2010

Fútbol y política: Maradona: Un diez antiimperialista

FÚTBOL Y POLÍTICA: MARADONA: UN DIEZ ANTIIMPERIALISTA

Por José Steinsleger / La Jornada)

Cuando en las escuelas de periodismo los jóvenes aprenden a fijar el concepto de noticia, el profesor recurre a un ejemplo clásico: noticia es que una persona muerda a un perro. Pero a finales de marzo pasado, en Buenos Aires, el perro de Diego Armando Maradona lo mordió en el labio superior, y la noticia repercutió en los cuatro puntos de la Tierra.

El astro fue internado de urgencia (sutura y cirugía facial) y los entendidos repararon en la esperpéntica Bella, costoso ejemplar de la especie china shar pei. De carácter sereno, equilibrado, afable, los shar pei son de impredecible reacción si se los mira a los ojos, cara a cara.

Diga o no diga, haga o deje de hacer, Maradona siempre es noticia. Y gobernantes como Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Lula, Néstor Kirchner o Mahmud Ahmadinejad saben que los mensajes políticos del astro mueven la conciencia de los pobres y explotados en los cinco continentes.

Con displicencia, izquierdas y derechas elitistas coinciden: vedette, alienado, loco, demagogo, oportunista, disoluto, fenómeno mediático, cocainómano, populista, mito… ¿Mito? Creo que el mito es la sublimación de referentes intelectualmente inflados, y las teorías abstractas imaginadas para esquivar la adhesión práctica a lo concreto y verdadero.

De la pobreza al futbol y la fama, de los abismos de la cocaína al tratamiento de su adicción en Cuba, el mejor jugador del siglo XX, según la FIFA (53.6 por ciento de los encuestados), demostró ser un hombre generoso y agradecido. En 2000, donó las regalías de su biografía Yo soy el Diego al pueblo de Cuba y a Fidel, y desde entonces lleva al Che tatuado en el hombro derecho, y al Comandante en la pantorrilla izquierda.

La progresía detesta a Maradona. ¿Será porque sus discursos poco y nada inquietan a los poderosos? En cambio, la runfla derechista y las cotorras del poder mundial oyen con preocupación sus declaraciones en favor de la sindicalización de los jugadores (los obreros del futbol, dice), y el eventual impacto que esta causa tendría en los negocios de una industria que mueve miles de millones de divisas por segundo.

En lucha clara, feroz, frontal, Maradona ha recurrido a su fama de intocable para librar, arriba y a la derecha, ideales que políticamente responden a los de abajo y a la izquierda. Y hete aquí el trasfondo real de sus diferencias con Pelé, el Tío Tom del capitalismo futbolero global.

En noviembre de 2005, con motivo de la histórica cumbre de presidentes de Mar del Plata (que enterró el proyecto de libre comercio de las Américas, ALCA), los pueblos siguieron con atención el pensamiento de Maradona.

Antes de subir al llamado tren del Alba (siglas de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), que partió de Buenos Aires a Mar del Plata junto con el entonces candidato presidencial Evo Morales, el músico Manu Chao, y el director de cine serbio Emir Kusturica, Diego declaró a los medios:

“Pido a los argentinos que entiendan que vamos por la dignidad, para defender lo nuestro… Es un orgullo ir en este tren para repudiar a esa basura que es Bush… Si lo tuviera [a Bush] bajo un arco, le arrancaría la cabeza de un pelotazo”. Declaración de fe que la barra brava de Boca Juniors acompañó con goyas, murgas y bombos.

En diciembre 2007, tras un partido con Brasil, Maradona recibió en el vestuario al encargado de negocios de Irán, y le manifestó su admiración por el presidente Ahmadinejad: “Ya conocí a Chávez y a Fidel. Ahora quiero conocer a su presidente… Estoy con los iraníes de todo corazón, de verdad lo digo: estoy con el pueblo de Irán”.

Kusturica presentó el documental Maradona en el festival de Cannes (2008), y no reparó en elogios acerca de quien sus seguidores califican de Dios. Observó: Crea momentos mágicos. Si tuviéramos que comparar la popularidad que proyecta el futbol hoy con los tiempos del imperio romano, está calificado para ser un dios. A lo que El Diez se apuró a contestar que no se siente como dios, pero si la gente quiere considerarme dios, no voy a llevarles la contraria.

Maradona cuenta con altares erigidos en Nápoles, y después del gol de la mano de Dios frente a Inglaterra (México, 1986), el equipo escocés Tartan Army lo incluyó en su himno. Y en Rosario (cuna del Che y Messi) los hinchas fundaron en 2003 la iglesia maradoniana, que decidió fechar nuestra era a partir de 1960, año del nacimiento del Diez.

Las convicciones políticas y la fe de Maradona son de cuidado. En una ocasión, después de oír al Papa y de ver los techos de oro en la Basílica de San Pedro, su voz retumbó en los pasillos del Vaticano: “La Iglesia –dijo a los medios– asegura que está preocupada por los pibes pobres ¿Y? ¡Vendé los techos, viejo! ¡Hacé algo!”

Entendido en las cosas del destino, el director técnico de la selección argentina afrontó el mordiscón de Bella con serenidad. Y al ver que lo habían alojado en la habitación 606 del sanatorio Los Arcos, lo tomó como señal de buenaventura. ¿O alguien desconoce que para los apostadores chinos, el 06 esperro en el significado de los sueños?

jueves, 24 de junio de 2010

"Jabulani": El balón diabólico del Mundial de Sudáfrica

“JABULANI”: EL BALÓN DIABÓLICO DEL MUNDIAL DE SUDÁFRICA



Por El Universal

Johannesburgo, Sudáfrica; sábado 19 de junio de 2010.- Wesley Sneijder le da al balón un efecto diabólico o la pelota Jabulani volvió a hacer de las suyas el sábado en la Copa Mundial.

¿Cómo se explica que un arquero se pase de la línea del balón al arrojarse hacia un costado para tratar de contener un remate?

Eso fue precisamente lo que sucedió en la jugada del gol de Holanda ante Japón en la Copa Mundial.

Sneijder remató desde el borde del área y al llegar al arco la pelota hizo una curva y se desvió hacia adentro. El arquero Eiji Kawashima básicamente siguió de largo.

El balón aparentemente no pegó en nadie.

Así, hay tres explicaciones posibles: el arquero se pasó de revoluciones y voló con demasiado ímpetu, al punto de que se pasó de largo, algo rara vez visto en el futbol; Sneijder le dio un efecto letal o la pelota Jabulani se desvió sola, de puro caprichosa.

El Mundial ha registrado numerosas instancias en las que el balón, muy liviano, engaña a los arqueros con movimientos imprevisibles.

El sábado hubo otra falla garrafal de un arquero, que se sumó a una creciente lista de errores insólitos de los guardametas.

A esta altura, es imposible saber cuántos de esos errores son atribuibles a la pelota o son responsabilidad pura y exclusiva del portero.

Lo concreto, en este caso, es que el arquero de Ghana, Richard Kingson, no pudo retener un tiro libre de Marco Bresciano que rebotó justo frente al portero.

Brett Holman tomó la pelota suelta y anotó un gol con el que Australia igualó 1-1 con los africanos pese a jugar la mayor parte del encuentro con un hombre menos.

Domenech, el estratega esotérico francés

DOMENECH, EL ESTRATEGA ESOTÉRICO FRANCÉS


Por Rubén Rodríguez / El Confidencial

La selección francesa no ha despejado sus dudas antes del Mundial. El combinado entrenado por Raymond Domenech no pasa por su mejor momento, y el seleccionador es abiertamente criticado por gran parte de los aficionados galos. Por si fuera poco, la extraña personalidad del técnico 'bleu' le ha granjeado gran número de antipatías. Amante de las ciencias ocultas, la astrología y el esoterismo, hasta el punto de influirle en decisiones tales como realizar una convocatoria o llevar a cabo un once inicial, no le hacen ser del agrado de buena parte de la afición francesa.

Domenech nació el 24 de enero de 1952 en Lyon. Hijo de emigrantes españoles, concretamente catalanes, que se exiliaron a Francia durante la dictadura de Franco, pronto se destapó como un verdadero apasionado del balompié. Con diecisiete años comenzó su andadura como jugador profesional, participando en equipos del nivel del Olympique de Lyon, Paris Saint-Germain o Girondins de Burdeos, entre algunos otros. Domenech incluso llegó a jugar con la selección francesa, con la que disputó ocho encuentros internacionales.

En 1985, un año después de retirarse como futbolista. Domenech inició su andadura como técnico en el Mulhouse. En 1989 dio el salto al Olympique de Lyon para, en 1993, convertirse en el técnico de la selección sub'20 de Francia. Tras once años en las categorías inferiores del combinado galo, la Federación decidió nombrar selecionador nacional absoluto a Domenech, en sustitución de Jacques Santini tras la eliminación de Francia en los cuartos de final de la Eurocopa de 2004 a manos de Grecia.

Desde entonces, Domenech está al mando del combinado francés, siendo el técnico con más partidos como seleccionador galo, con un total de 76, sin sumar los tres que tiene, como mínimo, asegurados en este Mundial. El técnico 'bleu' tiene el respaldo de la Federación Francesa, que confía plenamente en el trabajo del seleccionador. Sin embargo, la opinión de los aficionados galos es muy distinta, pues los métodos de trabajo de Domenech no terminan de convencer a sus compatriotas.

Convocatorias realizadas con el horóscopo

El seleccionador francés confía ciegamente en la astrología. Domenech reconoció en 2005 en el programa televisivo 'El derecho de saber' que consultaba el zodiaco y los ascendentes de sus jugadores para realizar las convocatorias. Así, ha asegurado no confiar de algunos signos, en concreto Escorpio, Cáncer y Libra, al considerarlos "poco beneficiosos para el grupo". A lo largo de su dilatada trayectoria como técnico, ha intentado alejarse lo máximo posible de estos signos, siendo famoso por algunos descartes polémicos en las citas más importantes.

Entre los casos más sonados deben destacarse tres: Ludovic Giuly, Rober Pires y David Trezeguet. Los dos primeros, tras realizar una gran temporada, en el Barcelona y el Arsenal respectivamente, no fueron convocados para disputar el Mundial de Alemania 2006. Curiosamente, el delantero de la Juventus sí que jugó el campeonato del mundo, pero su fallo en la tanda de penaltis de la final frente a Italia le condenaría al ostracismo. Domenech no confía en determinados signos, y la principal voz disonante es la del centrocampista francés del Villarreal.

“El seleccionador francés cree que los Escorpio no son buenos para la selección. Dice que no son buenas personas y no pueden convivir con los demás, pero creo que conmigo se ha equivocado mucho", aseguró Pires. Giuly tampoco se quedó corto en las críticas sobre el seleccionador tras no ser convocado para Alemania 2006: “Igual es que un Cáncer no está bien para él. Ya le preguntaré si me tengo que cambiar de nombre, no sé. Después, que tenga cojones y hable conmigo cara a cara, para saber el porqué", indicó.

Por si fuera poco, Domenech realiza sus alineaciones en clara dependencia de la situación de los astros. Así, a lo largo de sus diferentes etapas en la selección francesa, el técnico dejó fuera del once inicial a jugadores de renombre como Zinedine Zidane, Claude Makelele o Thierry Henry, todo en clara dependencia del influjo astral. Domenech confía en llegar lejos en el Mundial de Sudáfrica, aunque de momento, el conjunto no ha convencido en la preparación. Quizá los astros digan lo contrario en la Copa del Mundo.

miércoles, 23 de junio de 2010

El calcio y los siete pecados capitales

EL CALCIO Y LOS SIETE PECADOS CAPITALES


Es de todos conocido la denominación de Calcio como el fútbol de Italia, país de gran tradición futbolera. Pero se preguntarán qué tiene que ver el fútbol con los pecados capitales.

Un recorrido por la historia del deporte más popular del mundo nos lleva hasta el siglo XI. El Papa Gregorio VII inicia una trascendente reforma interna de la Iglesia que abrió el camino de la separación entre la investidura eclesiástica y la feudal. Entre una serie de normas, dictó que la confesión en público era sagrada y obligatoria. Entonces, los fieles debían delatar a los miembros de la comunidad que cometieran algún pecado, confesiones realizadas durante la época de la Semana Santa.

Y en un intento de deshebrizar a la Iglesia Católica-para separarla de los orígenes hebreos-, se establecen los siete pecados capitales. Gregorio VII se dio cuenta que era necesario crear un pivote de alivio para la presión a que estaban sometidos los feligreses frente a las cambios, y así instituye la semana del “Carnaval” (la carne vale). Aquella festividad permitía cometer los pecados capitales, sin libertinaje sexual, durante esa semana-uno durante cada día-, y los pecadores portaban máscaras para guardar el anonimato.

Al término del Carnaval se celebraba una fiesta para purificar el alma de los pecadores. Cada uno limpiaba su propia casa y se lavaba el cuerpo con trapos de cocina. Hacían una bola con los trapos y la sacaban a patadas de la casa, símbolo de rechazo al pecado. Después trataban de introducirla por la puerta de algún vecino, y el miembro más pequeño de esa casa debía cuidar la puerta, representado a la pureza e inocencia que evitaba que el pecado entrara a su hogar.

Sucedía que los habitantes de un pueblo iban pateando las bolas de trapo hasta el pueblo más cercano y se topaban con los vecinos que hacían lo mismo que ellos. Surgían encuentros violentos y también divertidos en los que todos defendían su territorio. Se dieron cuenta que resultaba ser una actividad entretenida, y entonces alguien tuvo la brillante idea de hacer una pelota de cuero y comenzaron a organizar el juego donde participaban cientos de personas, sin regla alguna.

El juego fue evolucionando hasta que en el siglo XIV se disputaba en Florencia el Calcio (giuoco del calcio, juego de la patada), entre dos equipos de 27 jugadores con seis árbitros. Se permitía el uso tanto de las manos como de los pies.

Y fue hasta el siglo XIX cuando el Marqués de Queensberry, suegro de Oscar Wilde, estableció las normas del fútbol que incluía once jugadores por equipo.

martes, 22 de junio de 2010

La guerra del futbol por el Mundial de México de 1970 / II

LA GUERRA DEL FUTBOL POR EL MUNDIAL DE MÉXICO DE 1970 / II


Tomado de Comisión Cívica Democrática

La Guerra del Futbol (o la Guerra de las 100 Horas) fue llamada así porque el pretexto para iniciarla fueron los incidentes derivados de un partido de fútbol que enfrentó a las selecciones nacionales de Honduras y El Salvador. Fue popularmente bautizada así debido a que durante un partido de las eliminatorias a la Copa Mundial de Fútbol de 1970 entre Honduras y El Salvador se evidenciaron las tensiones políticas entre estos dos países que finalmente los llevaron a un conflicto armado. Fue una guerra breve ( duró sólo 6 días) entre El Salvador y Honduras en 1969. La situación social en ambos países era explosiva y se buscaba por parte de los militares gobernantes una salida conveniente para los grupos en el poder político de cada país.

Hechos

En 1969 se produjo la “Guerra de las 100 horas” con la invasión del sur de Honduras por el Ejército y la Aviación salvadoreña. Este conflicto tenía su origen en la década de 1920, cuando miles de salvadoreños emigraron a Honduras en busca de mejorar sus condiciones de vida. A finales de la década de 1960, el gobierno hondureño estaba bajo presión de organizaciones populares demandando una reforma agraria. A la comunidad salvadoreña, que sobrepasaba los 3,000, le fueron confiscados negocios y propiedades. Esto generó un clima de violencia contra los salvadoreños, con la aprobación del gobierno de turno de López Arellano. El Salvador tomó acción y el 14 de julio de 1969 invadió Honduras

Las Fuerzas Armadas de El Salvador, comandadas por el general José Alberto “El Chele” Medrano, capturaron 1650 km² de territorio hondureño, entre ellos Nueva Ocotepeque, territorio que fue restituido en agosto de ese mismo año. Fuentes estiman que en esta guerra murieron más de 2.000 personas. La guerra fue etiquetada erróneamente por periodistas extranjeros como la "Guerra del Fútbol", pues su inicio coincidió con una escaramuza generada entre los hinchas de las selecciones de ambos países después del tercer encuentro del campeonato por la eliminación hacia la Copa del Mundo 1970.

Los latifundistas controlaban la mayor parte de la tierra cultivable en El Salvador. Esto llevó a la emigración constante de campesinos pobres a regiones de Honduras cercanas a la frontera con El Salvador. En 1969, Honduras decidió redistribuir la tierra a campesinos hondureños, para lo cual expulsaron a los campesinos salvadoreños que habían vivido ahí durante varias generaciones. Esto generó una persecución de salvadoreños en Honduras y un "regreso" masivo de campesinos a El Salvador. Esta escalada de tensión fue aprovechada por los gobiernos de ambos países para orientar la atención de sus poblaciones hacia afuera, en vez de los conflictos políticos internos de cada país. Los medios de comunicación de ambos países jugaron un rol importante, alentando el odio entre hondureños y salvadoreños. Los conservadores en el poder en El Salvador temían que más campesinos implicarían más presiones a redistribuir la tierra en El Salvador, razón por la cual decidieron intervenir militarmente en Honduras.

El 14 de julio de 1969, el ejército salvadoreño lanzó un ataque contra Honduras y consiguió acercarse a la capital hondureña Tegucigalpa. La Organización de Estados Americanos negoció un alto el fuego que entró en vigor el 20 de julio. Las tropas salvadoreñas se retiraron a principios de agosto.

Al final de la guerra, los ejércitos de ambos países encontraron un pretexto para rearmarse y el Mercado Común Centroamericano quedó en ruinas. Bajo las reglas de dicho mercado, la economía salvadoreña (que era la más industrializada en Centroamérica), estaba ganando mucho terreno en relación a la economía hondureña.

Las dos naciones firmaron el Tratado General de Paz en Lima, Perú el 30 de octubre de 1980 por el cual la disputa fronteriza se resolvería en la Corte Internacional de Justicia.

Resultados de los encuentros

El 6 de junio de 1969 Tegucigalpa: Honduras-El Salvador 1-0 (0-0 en el descanso).
El 15 de junio de 1969 San Salvador: El Salvador-Honduras 3-0 (3-0)
Un desempate hacen juego el 27 de junio de 1969 - El Salvador-Honduras 3-2 (1-2 en el descanso, 2-2 en de jornada completa), jugado en Ciudad de México.

Consecuencias de la guerra

La muerte de aproximadamente 4,000 personas.
La finalización del esfuerzo de integración regional conocido como Mercado Común Centroamericano (MCE), diseñado por EEUU como una contraparte económica regional para contrarrestar los efectos de la Revolución Socialista en Cuba.

El refuerzo del papel político de los militares en ambos países

En El Salvador, en las elecciones legislativas que siguieron, la mayoría de candidatos del Partido de Conciliación Nacional (PCN) de El Salvador, en esa fecha en el gobierno, salidos del Ejército, hicieron una enorme apología de su papel en el conflicto y por consiguiente resultaron victoriosos en las elecciones de diputados y alcaldes de la época.

El agravamiento de la situación social en El Salvador, producto de las deportaciones desde Honduras, ya que el gobierno tuvo que facilitar a estas personas la reinserción económica, que no se logró satisfacer adecuadamente. Aumentó la presión social que derivó en la guerra civil que viviría el país centroamericano.

120 horas de guerra desatadas por una captura

Isaac Segura, un teniente retirado de la extinta Guardia Nacional, que participó en la toma de Nueva Ocotepeque, relata con detalles hasta ahora desconocidos cómo se gestó y desarrolló el conflicto que a lo largo de 37 años se ha conocido como la Guerra de las 100 Horas, la Guerra del Fútbol o, como lo llaman los militares, la Guerra de la Dignidad. Segura estuvo en el Teatro de Operaciones del Norte, junto al general José Alberto Medrano y al entonces teniente Roberto d’Aubuisson.

Los roces a raíz de la detención de un delincuente hondureño vinculado con el poder de ese país son otra de las causas que desataron la llamada Guerra de 100 Horas y que un ilustre periodista polaco bautizó con la Guerra del Fútbol. La verdadera gestación del conflicto entre El Salvador y Honduras fue el 27 de mayo de 1967.

Ese día, un grupo de guardias destacados en Polorós, La Unión, capturó al hondureño Antonio Martínez Argueta, quien era reclamado por dos jueces de Santa Rosa de Lima tras haber asesinado en 1961 a Alberto Chávez y, dos años después, a Marcelina Chávez, en el cantón Las Lajitas, de Polorós.

El arresto de Martínez Argueta, quien era allegado al presidente hondureño, el general Oswaldo López Arellano, encendió la chispa que dos años después haría explotar el conflicto.

A Martínez, que capitaneaba una banda de ladrones salvadoreños y hondureños, lo amparaba López Arellano, quien cuando supo que su ahijado estaba preso ordenó que tropas hondureñas invadieran la jurisdicción salvadoreña en Polorós, con el fin de emboscar a guardias nacionales.

Así sucedió el 29 de mayo. En la zona fronteriza de Monteca, territorio salvadoreño, una patrulla de guardias se enfrentó, al ser emboscada, a un pelotón de soldados hondureños.

En ese combate murieron tres guardias y dos más cayeron prisioneros. Perecieron también dos soldados hondureños.

Los guardias abatidos fueron arrastrados a territorio hondureño, donde ultrajaron sus cadáveres.

Ahí se pudrieron sus cuerpos y los capturados fueron llevados a Tegucigalpa,, donde sufrieron toda suerte de torturas.

Días después, el general José Alberto Medrano, director de la Guardia Nacional, envió un destacamento a la zona fronteriza con la misión de rescatar los cadáveres.

Más prisioneros salvadoreños

Ese destacamento, al mando del entonces mayor Alfredo Alvarenga, que después llegó a ser director de la Guardia Nacional, logró con la ayuda de civiles rescatar los cuerpos que ya estaban muy descompuestos.

En esos días, las relaciones se pusieron muy tensas entre ambos países y por ello, destacamentos de la guardia acamparon en Las Pilas (Chalatenango), Sabanetas (Morazán) y otros puntos fronterizos.

Algo muy desalentador ocurrió a mediados de junio. El Presidente salvadoreño Julio Adalberto Rivera, como para congraciarse con los militares hondureños y posiblemente así negociar el canje de Martínez Argueta por los dos guardias prisioneros, ordenó que dos oficiales, que después llegaron a ocupar puestos importantes en el Alto Mando del Ejército, a cargo de 43 soldados, sin qué ni para qué traspasaran el punto fronterizo de El Poy, Chalatenango, y se entregaran sin hacer resistencia a una patrulla de soldados en Nueva Ocotepeque.

La guerra del futbol por el Mundial de México de 1970 / I

LA GUERRA DEL FUTBOL POR EL MUNDIAL DE MÉXICO DE 1970 / I


Tomado de Asociación Cultural Historia

Cuando Pipo Rodríguez corrió tras el balón en dirección al arco hondureño bajo la lluvia azteca de ese 27 de junio de 1969, nunca imaginó que su gol pasaría a la historia. No sólo porque hizo que El Salvador diera un paso más rumbo al Mundial México 70, sino porque se recordaría la justa deportiva como pretexto para nombrar la guerra que el Ejército salvadoreño libró con el Ejército hondureño, del 14 al 18 de julio de 1969.

Era un año especial. La humanidad se admiraba ante la posibilidad de que un humano caminara en la Luna; continuaba el gélido clima de la Guerra Fría; Vietnam atraía la atención mundial; el movimiento hippie estaba en su apogeo; en Latinoamérica, el régimen político por excelencia eran las dictaduras militares y brotaban los movimientos guerrilleros por doquier.

En medio del panorama, una noticia etiquetada como “la guerra del fútbol” acaparó el interés mundial.

El Salvador y Honduras, dos pequeñas naciones, comenzaron la última guerra entre países centroamericanos. Fue la décimotercera para El Salvador desde 1929 y la tercera contra Honduras.

El conflicto duró cien horas, por lo cual es conocido como la Guerra de las Cien Horas, y dejó un saldo de seis mil muertos aproximadamente y una tensa situación con Honduras desde entonces.

El futbol no tuvo la culpa

Treinta y cuatro años después, la confrontación sigue siendo conocida a escala mundial con el encubridor nombre de “la guerra del fútbol”.

Se supone que tal nombre provino de alguna agencia de prensa mexicana. Para algunos historiadores es un título simplemente ridículo.

Ryzard Kapucinsky, periodista polaco, tituló así un reportaje sobre el hecho y un libro que reúne despachos de guerras.

Sin embargo, acepta que “era una buena forma de llamar la atención del público. Yo di este título para llamar la atención sobre la palabra fútbol, porque, para mí, no es sólo un juego... tiene otros sentidos y connotaciones de patriotismo y nacionalismo”, dijo el periodista este año al periódico digital salvadoreño “El Faro”.

De hecho, en ambos países se vivió un nacionalismo exacerbado que se delata desde las canciones ofensivas, los arengas como “Hondureño, toma un leño y mata a un salvadoreño” y el tono nacionalista de las notas de prensa de la época en los periódicos nacionales.

Para Rodríguez, el autor de aquel histórico gol, es un calificativo injusto para el deporte rey, “porque no tenía nada que ver” nada más que coincidir con situaciones político-económicas de ambos países.

Los antecedentes

Factores internos de dos de las naciones más similares de Centroamérica incrementaron la posibilidad de un enfrentamiento.

Desde mucho antes de la década de 1960, El Salvador, el país más pequeño del istmo, con una gran densidad demográfica (3 millones 300 mil habitantes en ese tiempo), enfrentaba el histórico problema de la tierra y la industria no podía absorber la población desempleada.

Honduras por su parte –con 112 mil 88 kilómetros cuadrados y apenas 2 millones de habitantes para ese entonces– se antojaba como un paraíso laboral, por lo cual miles de salvadoreños cruzaron la frontera.

La presidencia del coronel Oswaldo López Arellano en Honduras enfrentaba falta de inversión pública, presión por aplicar la reforma agraria.

La captura de 45 soldados salvadoreños con dos camiones cargados de armamento (supuestamente destinado a apoyar un movimiento contrario a Arellano) en 1967 tensó más la relaciones entre los dos países “por un límite fronterizo mal definido, un flujo migratorio constante de salvadoreños hacia Honduras y un sentimiento cada vez más general que El Salvador se aprovecha de Honduras en sus relaciones comerciales”, cita LA PRENSA GRÁFICA en la sexta edición de Enfoques del Siglo el 25 de junio de 1999.

Además de los enfrentamientos militares fronterizos, los partidos de fútbol, los desalojos de salvadoreños en Honduras con la aplicación de la reforma agraria en abril de 1969 (en la cual estaban excluidos los extranjeros) y la falta de éxito en las relaciones diplomáticas, el entonces presidente de El Salvador, Fidel Sánchez Hernández, acusa a Honduras de violar los derechos humanos de los inmigrantes y decide buscar una salida militar rápida invadiendo Honduras a partir del 14 de julio.

miércoles, 16 de junio de 2010

VIDEO: George Best, un jugador excepcional

VIDEO: GEORGE BEST, UN JUGADOR EXCEPCIONAL



Por Javier Martín / 1001 Experiencias Xtreme

El apelativo “quinto Beatle” ha sido asociado a diferentes nombres a lo largo de la historia. La mayoría de ellos fueron hombres que rodearon a la banda de Liverpool durante sus años de apogeo. Gente que contribuyó, de una u otra forma, a cimentar la leyenda de John, Paul, George y Ringo. Pete Best, batería original de la banda antes de la llegada de Ringo Starr, ha sido identificado con asiduidad con la etiqueta, así como Brian Epstein, manager de los Fab Four, y George Martin, productor de la mayoría de su obra. Más extraño es lo de George Best, el genial y polémico futbolista del Manchester United, que no tuvo nada que ver con la obra del cuarteto de Liverpool, más allá de compartir casualmente apellido con el batería original y de la coincidencia temporal del apogeo de ambos, grupo y futbolista.

Se suele pensar que la identificación de Best como quinto Beatle tiene su origen en su afición por el alcohol, las noches de juerga y los coches caros, en su estilo de vida no muy lejano del de una estrella del pop. Quizás en alguna juerga compartida. Sin embargo, el germen de la leyenda no nació tras una noche de farra en las islas británicas, sino que tuvo su origen una tarde de marzo en Lisboa.

El descubrimiento del genio

“Creo que he encontrado a un genio”. Ese fue el telegrama que Bob Bishop, ojeador del Manchester United, envió desde Belfast al técnico Matt Bubsy. El genio tenía entonces sólo 15 años. El joven Best se trasladó a Manchester y debutó en Primera División en 1963, con sólo 17 años. Era aquel un Manchester United en horas bajas, herido y afligido tras la tragedia de Múnich de 1958, donde medio equipo perdió la vida en un accidente de aviación. Best lideró la recuperación del equipo, formando una sociedad mágica con Denis Law y Bobby Charlton, denominada la Holy Trinity, que devolvió al United a lo más alto

Poseedor de un regate eléctrico, una excelsa conducción de balón y un gran golpeo de balón con ambas piernas, George Best tenía una clase única. Su habilidad era prodigiosa, pero su potencia también. No rehuía el choque cuando era preciso y era un gran rematador de cabeza. Con un talento imposible de constreñir, Best se movía por todo el frente de ataque. En una época donde el número que se lucía en la espalda era reflejo exacto de la posición en el campo, él portó varios números. Se le suele identificar con el 7 (extremo derecho), pero no es difícil encontrar vídeos donde lleva el 8 (interior derecho), el 10 (interior izquierdo), el 11 (extremo izquierdo), y hasta el 9 (delantero centro), lo cual muestra su versatilidad.

La leyenda nació en Lisboa

En 1966 Best ya estaba instalado en el primer equipo del Manchester United, con apenas 19 años. El 9 de marzo el United viajó hasta Lisboa para jugar el partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa de Europa. En la ida los ingleses habían vencido en Old Trafford por 3-2. El Benfica, que había jugado cuatro de las últimas cinco finales y tenía a Eusebio como estrella, era claro favorito. A los seis minutos de partido, Best cabeceó a las mallas un balón colgado al área. Siete minutos después, el de Belfast se coló en el área y cruzó la pelota ante la salida del portero. Ese fue el arranque de un partido mayúsculo del norirlandés, que lideró a su equipo a una victoria épica por 1-5.

‘O quinto Beatle’. Así fue como denominó al día siguiente la prensa portuguesa a George Best. Los lusos quedaron prendados de ese futbolista de melena y patillas con pinta de rock star que hacía auténticas diabluras con la pelota cosida al pie. La leyenda del quinto Beatle acababa de nacer.

Una Copa de Europa para cerrar el círculo

La fascinación que existía por el juego de Best sólo era comparable a la que despertaba fuera del césped. Los rumores de su vida disipada crecían mientras él iba soltando en la prensa frases ingeniosas que alimentaban la leyenda. Con el balón en los pies o con una miss de la cintura, las cámaras lo amaban y él se dejaba querer. La gente lo adoraba y él se dejaba agasajar. Su vida se convirtió en una montaña rusa de goles, chicas guapas, coches rápidos y vasos vacíos.

1968 fue el gran año de Best. El Manchester United, con su mediática estrella al frente, ganó la Copa de Europa, venciendo en la final al Benfica con un gol de Best nada más comenzar la prórroga. Contra el Benfica había nacido el mito del quinto Beatle y contra el club portugués se producía la definitiva consagración, cerrando de alguna manera el círculo. Pocos meses después era galardonado con el Balón de Oro. Tenía 23 años y era el mejor jugador del mundo.

El lento declive

El problema es que lo que debía haber sido el principio de una época triunfal se convirtió en el punto de inflexión de su trayectoria. A partir de ganar el Balón de Oro, su carrera sufrió un progresivo declive. Best se había convertido en toda una celebridad, pero cada vez era más noticia por sus correrías extrafutbolísticas y menos por su labor en el césped. En 1974 dejó el fútbol. Tenía solamente 27 años, pero estaba cansado y aburrido. El juego ya no le ilusionaba.

Volvió a calzarse las botas, pero ya nunca al más alto nivel. Se fue a Estados Unidos, donde se intentaba levantar una potente liga de soccer a golpe de celebridades como Pelé, Beckenbauer o el propio Best, y regresó para jugar para el Fulham en la Segunda División inglesa.

Es un ejercicio tan inevitable como inútil elucubrar con lo que pudo haber sido y no fue. Nunca sabremos qué habría pasado con Garrincha de no haber sido por su afición al alcohol, hasta dónde habría llegado un Mágico González aplicado y ambicioso o qué lugar ocuparía Ronaldo Nazario si las lesiones no se hubieran empeñado en cruzarse en su camino. Del mismo modo, jamás sabremos qué habría sido de George Best de no haber sido por las fiestas, las mujeres y el alcohol, de no haber apurado sus días a ritmo de estrella del rock. Quizás de haber sido una persona más aburrida, esa grisura también se hubiera transmitido su juego. “Si yo hubiera nacido feo, nunca habríais oído hablar de Pelé”, dijo en una ocasión. Quién sabe.

Frases célebres de George Best

Por "Samanthor" / Tomado de Taringa

He aquí un jugador del Manchester United, que nació en Irlanda del Norte y fue uno de los mejores jugadores del mundo, poco común a los demás mejores jugadores del mundo, pero sí común a los ebrios que alaban el alcohol (que son muchos). Su particular forma de ver el mundo le da el reconocimiento. Pero vasta de introducción, he aquí unas frases célebres de este personaje.

1. "Yo podía jugar con las dos piernas, marcaba goles, muchos de ellos con la cabeza. Busby decía de mí que era el mejor en la disputa del balón. Trabajaba duro en la cancha, retrocedía a defender si hacía falta. Si perdía la pelota, era un insulto personal y la quería recuperar. Sí señor, me fastidiaba mucho que me la quitaran, porque era mi pelota."

2. Corren los años '70. Best está en la suite presidencial del hotel más caro de Nueva York, en una vasta cama con la "Miss Mundo" de turno en sus brazos. Amó a varias de ellas: "tengo carnet de socio", decía.

3. "Gasté mucho dinero en licor, mujeres y carros de carrera. El resto lo desperdicié".

4. Qué podía esperar la familia de un tipo que, tras un trasplante de riñón, se atrevía con este tipo de perlas: “Estuve allí dentro unas diez horas y me tome unas cuarenta pintas. Batí mi record por veinte minutos”. Comparaba la cantidad de transfusiones de sangre con pintas de cerveza.

5. “He dejado de beber, pero sólo cuando duermo”.

6. "En 1969 dejé las mujeres y la bebida. Pero fueron los peores veinte minutos de mi vida”.

7. “Antes, Robert Redford era un tipo muy atractivo. Ahora, mírale, está flojo, tiene la piel colgando y de un color muy extraño”.

8. “No le pega con la izquierda, no cabecea, no defiende y no marca muchos goles. Aparte de eso, está bien” (George Best hablando de David Beckham).

9. “Hace años dije que si me daban a elegir entre marcar un golazo al Liverpool o acostarme con "Miss Mundo" iba a tener una difícil elección. Afortunadamente, he tenido la oportunidad de hacer ambas cosas”.

10. "Si yo hubiese nacido feo, nunca hubieras oído hablar de Pelé".

11. "Se dice un montón de bobadas sobre defensas rudos y jugadores destructivos. Yo les llamo simplemente hijos de mala madre".

12. "Cuando está borracho George Best es el más deplorable, burro e ignorante pedazo de mierda que he visto" (lo dijo su mujer).

13. "Dicen que me he acostado con siete "Miss Mundo", pero sólo han sido tres".

14. "Nunca salía por la mañana con la intención de emborracharme. Sólo sucedía"

15. "Tendría que haber sido Supermán para hacer algunas cosas que se suponía había hecho. He estado en seis diferentes lugares en un mismo momento" (hablando sobre algunos bulos de su vida privada).

16. "Cada noche se bebe dos botellas de champaña con vodka, y por la mañana es imposible levantarle para que vaya a los entrenamientos" (su mujer).

17. "Cada vez que entro en un sitio hay sesenta personas que quieren invitarme a beber, y yo no sé decir que no."

18. "En cierto modo, Angie me salvó y, probablemente, lo lamentará el resto de su vida", (hablando del día que intentó suicidarse)

19. "No me llega ni a los cordones de la botella" (sobre Paul Gascoigne).